La Ley de Anatomía de 1832

Historia

El estudio de la ciencia médica ha exigido en la historia el trabajo con los cadáveres. Tradicionalmente, se empleaban en Gran Bretaña los cadáveres de los ahorcados, especialmente desde una disposición de 1752, en los departamentos de anatomía, para diseccionarlos y servir para enseñar a los alumnos de las Facultades. Pero el evidente empuje que en el siglo XIX se produjo en la medicina británica y, en este sentido, recordemos la importancia que Edimburgo siempre tuvo, se produjo un problema: no había cuerpos suficientes. Y esto provocó el auge de la delincuencia asociada al robo de cadáveres por parte de los conocidos como resurrection men o resurrecionistas, y que la literatura y, muy especialmente, el cine han retratado con muchos ejemplos que todos conocemos.

 

Robar cadáveres era arriesgado pero muy lucrativo, generándose un verdadero mercado. En este sentido, el riesgo de robar debe ser matizado porque en algunos momentos hubo una verdadera relajación por parte de las autoridades, ante una demanda tan fuerte. En consecuencia, en algunos cementerios se reforzó la vigilancia, encareciendo las sepulturas, y se dio la circunstancia de que muchos familiares vigilaban rigurosamente a sus recién fallecidos y hasta después de enterrados durante un tiempo. Otro mecanismo era emplear los mortsafe, es decir, enrejados que se ponían encima de las tumbas durante unos seis meses para impedir que se abrieran. Una vez pasado ese tiempo el peligro se conjuraba, ante la descomposición de los enterrados.

Las autoridades británicas discutieron posibles soluciones a esta situación que no dejaba de ser terrible. Una Sociedad Anatómica, creada en torno a 1810, instó al Gobierno a que actuara. Al final, esta presión hizo que en 1828 se formara un comité del Parlamento que propuso que las Facultades y Escuelas de Medicina pudieran utilizar los cuerpos de los pobres que morían en las instituciones benéficas, cuando los fallecidos no fuesen reclamados por algún pariente. Esta posición consiguió un gran apoyo porque, sobre todo, en ese momento se produjo un hecho macabro de fuerte impacto, los asesinatos protagonizados por William Burke y William Hare, que vendían los cuerpos al anatomista y médico Robert Knox. Así salió una primera disposición en 1829, pero generó una fuerte oposición, tanto del Real Colegio de Cirujanos como de la Iglesia Anglicana en la Cámara de los Lores.

Pero estas oposiciones no hicieron más que retrasar unos pocos años más la elaboración de una ley. En julio de 1832 se aprobó la Ley de Anatomía, la Anatomy Act, y que, al parecer, concitó el apoyo de los liberales y radicales más avanzados, aunque no de todos, y no gustó a los conservadores.

La Ley establecía quiénes podían practicar la anatomía con licencia oportuna, todo vigilado por un sistema de inspección. Los cadáveres que podían ser empleados serían los provenientes de instituciones benéficas. Así el robo de cadáveres comenzó a decaer al no ser ya rentable.

Pero esta disposición tiene otra dimensión que interesa en la propia historia de Gran Bretaña, porque abría el debate sobre creencias populares sobre la muerte, pero, sobre todo, porque, a pesar de que la Ley quería acabar con el horror de los robos de cadáveres, no debemos olvidar que los cadáveres que se podían emplear por la ciencia eran los de los pobres.

En inglés existe un libro monográfico sobre la materia de Ruth Richardson, Death, Dissection and the Destitute, Londres, 1988. También podemos emplear el artículo de John Belchem sobre la “Anatomy Act” en el Diccionario Akal de Histoira del siglo XIX, editado por el propio Belchem y por Richard Price, y que Akal publicó en castellano en 2007.

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