La visión de un escritor chileno sobre el socialismo español en 1908
Luis Ross Múgica fue un escritor y periodista chileno que ejerció como cónsul de su país en España. Fue esposo de una destacada Matilde Brandau, dedicada a la defensa de los derechos y de la educación de la mujer. Precisamente, fue enviada por el gobierno de su país a Europa en 1907 para ver como en algunos países, incluida España, se trataba la cuestión de la educación femenina. Fue acompañada de su esposo, que murió repentinamente precisamente en ese viaje. Pues bien, Ross publicó en 1908 un artículo en El Diario Ilustrado, periódico de Santiago de Chile, donde analizaba el papel del Partido Socialista de España, y que El Socialista sacó, a su vez, en sus páginas. Nos interesa detenernos en este material para ver cómo un extranjero veía el socialismo español a principios del siglo XX.
El trabajo versaba, en gran parte, sobre el primero de mayo de ese año, del que fue espectador. El periodista chileno consideraba que los socialistas españoles ya eran una fuerza política, pero, sobre todo, social. Su organización y disciplina superaban a la del resto de partidos políticos. Ross había asistido no solo al primero de mayo, sino que también había leído la prensa socialista y acudido a actos para escuchar a los representantes socialistas. Y esa experiencia le hacía confirmar la seriedad de la formación en el conjunto de fuerzas del país. Añadía que todos los “españoles de valer” así lo consideraban.
A Ross, recién llegado a Madrid, le impresionó la manifestación obrera de mayo con doscientos mil trabajadores desfilando. Pablo Iglesias marchaba a la cabeza, y detrás, en silencio, ordenados, altivos, seguían los distintos grupos, Y eso contrataba con el tópico que decía que cualquier manifestación española estaba siempre dominada por la alegría. Para Ross era peligroso “hacer psicología de los pueblos”, sobre todo cuando tienen orígenes diversos y hasta opuestos. Vio por la calle de Alcalá 47 estandartes, al parecer, más que los del año anterior (recordemos que en las manifestaciones obreras socialistas europeas los grupos y sociedades de resistencia tenían banderas y estandartes propios, y que exhibían en esos momentos). No había gritos, ni aclamaciones, ni desorden. Esta cuestión nos parece interesante, porque sabemos que los socialistas organizaban muy minuciosamente los primeros de mayo, las manifestaciones y los actos públicos porque no querían dar ningún motivo para la intervención de la fuerza pública.
Ross se hacía eco de un comentario en la prensa sobre la labor pedagógica que habían realizado los socialistas en muy pocos años, inculcando las ideas del orden y prudencia, en una suerte de “manifestaciones severas, el entusiasmo frío”.
Esta cultura socialista tenía mucho que ver con los líderes, especialmente con el ejemplo de Pablo Iglesias, en opinión de Ross, y al que calificó de hombre extraordinario por su inteligencia, serenidad de juicio, y por su elevada altura de miras, una cualidad muy admirable en un socialista. Explicó en su artículo que era uno de los pocos políticos españoles admirado en España, y por eso se entendía su fuerte influencia en el Partido.
Por otro lado, los socialistas habían consolidado una organización muy sólida, con centro en Madrid, mientras que en cada provincia había un centro dependiente de aquel. Imaginamos que se referirá a las Agrupaciones Socialistas, aunque sabemos que no coincidían con las provincias, y sí con las localidades. En relación con esto señalaba que el Partido Socialista no alentaba el regionalismo.
También señalaba las publicaciones periódicas socialistas.
La lucha de los socialistas había conseguido que fueran respetados y oídos. No habían conseguido todavía representación parlamentaria, pero habían entrado en los Municipios, donde contaban con minorías de consideración. En este sentido, el propio Pablo Iglesias era concejal en Madrid, destacándose por su lucha contra los “procedimientos inmorales” de la administración municipal y las injusticias.
Hemos trabajado con el número 1183 de El Socialista de 6 de noviembre de 1908.