Severino Albarracín en el anarquismo español
“Los prolongados padecimientos le produjeron la tisis que le llevó al sepulcro”
Severino Albarracín fue un destacado anarquista valenciano nacido en Liria en 1850 o 1851. Estudió en la Normal de Valencia y accedió al cuerpo de maestros. Como muchos anarquistas comenzó su inquietud en el republicanismo, pero ya en 1871 un joven Albarracín estaba en la Federación Regional Española de la AIT. En 1872 asistió al Congreso de Zaragoza, y luego estuvo en el de Córdoba. En ambos fue elegido para distintas responsabilidades. En 1873 le vemos participar activamente en la conocida como Revolución del Petróleo, una insurrección obrera de carácter libertario que tuvo lugar en el verano de ese año, en plena Primera República, en Alcoy. El nombre de esta insurrección se debe, al parecer, a que el Ayuntamiento fue incendiado. Al fracasar esta revuelta pasó a vivir en Madrid con una identidad falsa, pero con la mala fortuna de que fue detenido porque estaba involucrado en el envío de documentación a otros revolucionarios, aunque pudo librarse al final de la cárcel gracias a un engaño, que luego pasaremos a relatar.
Albarracín se marchó a Suiza. La Federación del Jura le proporcionó trabajo de relojero, y luego trabajó como grabador. Asistió al Congreso de Berna en el otoño de 1876. En La Chaux-de-Fonds (cantón de Neuchâtel) conoció y se relacionó con Kropotkin. Parece ser que sería Albarracín quien introdujo al ruso en los asuntos de España. Sabemos, por otro lado, que terminó conociendo bien la situación española, como luego, muchos años después, en el final de su vida, pudieron comprobar los delegados socialistas, De los Ríos y Anguiano, en su famosa visita a Rusia. Regresó a Barcelona, donde su fervor revolucionario se frenaría por las desilusiones que le produjeron las divisiones internacionalistas. Murió en la capital catalana en febrero de 1878 de tuberculosis.
La Revista Blanca (Soledad Gustavo) relató, en la efeméride de su fallecimiento, en un número de 1925, un hecho protagonizado por el internacionalista valenciano. La publicación recordaba la sublevación alcoyana de 1873, y cómo la Comisión Federal de la AIT residía en dicha localidad, siendo Albarracín su secretario del exterior. Al parecer, las autoridades trataron de apoderarse de la documentación de la Internacional, pero pudo ser salvada por nuestro protagonista. La Comisión pudo trasladarse a Madrid. Y en la capital ocurriría un hecho que La Revista Blanca consideraba un ejemplo de cómo un hombre podía sacrificarse por un ideal. Como hemos relatado, allí sería detenido Albarracín. Fue en el momento en el que acababa de depositar un paquete certificado en Correos con proclamas revolucionarias dirigidas a todos los internacionalistas de la Región española. Este hecho coincidió con la llegada a la capital de una comisión de “burgueses alcoyanos” con el fin de ayudar a la policía a descubrir y poder detener a los miembros que habían formado parte de la revuelta. Pero los internacionalistas madrileños estaban decididos a salvarle. Y para ello, el médico Gil se presentó en el Gobierno Civil para manifestar que era él el responsable de los manifiestos certificados por Albarracín, y que éste era su criado. Pero el problema era que Albarracín no sabía nada de este engaño para salvarle porque había pasado ya a la cárcel, y había, por lo tanto, que avisarle para que no se malograse todo. Así pues, otro internacionalista, disfrazado de mozo de cuerda, cargado con un colchón y la cena, se presentó en la portería de la vieja cárcel del Saladero, consiguiendo pasarle la información necesaria para que Albarracín se enterase de lo que se había tramado. Como sabemos, nuestro protagonista salió muy pronto de la cárcel, y marchó a Suiza.
Sobre Albarracín conviene acercarse a Martínez de Sas, María Teresa (coor.) (2000). Diccionari biogràfic del moviment obrer als països catalans, Barcelona, Edicions Universitat de Barcelona, Publicacions de l'Abadia de Monserrat. pp. 54-55. Y, por otra parte, al número del 1 de febrero de 1925 de La Revista Blanca, en su sección de Efemérides del pueblo, redactada por Soledad Gustavo.