El socialismo español sobre la Gran Guerra a propósito de la intervención italiana
La entrada de Italia en la Gran Guerra al lado de la Triple Entente provocó una reacción positiva del socialismo español, plasmada en un editorial de El Socialista, que permite confirmar la compleja postura oficial del PSOE una vez que hubo estallado el conflicto, porque, aunque fiel a su antibelicismo, el Partido Socialista, con voces contrarias, eso sí, en su seno, deseando la paz prefirió siempre y de forma clara la victoria aliada, al considerar que era un conflicto entre el imperialismo alemán y las democracias occidentales, aunque sería difícil encajar el papel ruso, en nuestra percepción. Este es el contexto para entender lo que, a continuación, vamos a estudiar.
Ya desde el principio del editorial se ve la postura aliadófila del socialismo español. Desde que se habían roto las hostilidades se venía esperando que Italia entrara en la guerra. Todos los ojos se habían fijado en dicho país, tanto los de los partidarios del “imperialismo” con el temor de que viniera a oponerse al “triunfo abominable de Alemania”, como los de los partidarios de la democracia. No podía estar más claro lo que afirmamos.
Después de más de nueve meses sangrientos Italia había tomado partido. En sí, eso era triste, y aquí afloraba el pacifismo socialista, porque iban a perder la vida miles de seres humanos. Pero, la entrada de Italia en el conflicto podía ser contemplada como una esperanza, como un presagio de felices tiempos porque había que aplastar “un espíritu”, y para eso se precisaba una fuerza más poderosa que para aplastar a un pueblo. El socialismo español hubiera condenado a cualquier país que se hubiera aliado con este propósito, porque el pueblo alemán era sagrado, como todos los pueblos lo eran. Pero las simpatías del socialismo español estaban con lo que se aliaban para aplastar el espíritu militarista, el espíritu imperialista que dominaba y abrumaba al pueblo alemán. Es más, el editorial llegaba a afirmar que las naciones aliadas contra el gobierno alemán estaban haciendo en Alemania la necesaria revolución que no había hecho el pueblo alemán.
Pero el razonamiento no se agotaba aquí. Se pensaba que en el proceso de la guerra en ese momento un fin indeciso, por extenuación de los combatientes, una paz prematura o incompleta serían un desastre. No se trataba ya de la victoria del káiser, del emperador austriaco y del sultán otomano, sino de la posibilidad de que los aliados no estuvieran en situación de imponer las condiciones de la paz. Eso ya era, en sí, inquietante.
Antes de estallar la guerra, el deber de los socialistas había sido impedirla. Pero eso no fue posible, y ello, sin realizar, a nuestro juicio, ningún ejercicio de autocrítica, se debía a que los socialistas no habían sido mayoría, y porque en las masas obreras no existían aún de forma desarrollada la conciencia socialista capaz de imponerse. Pero una vez rotas las hostilidades, al haberse estrellado el esfuerzo socialista contra la potencia formidable de los elementos conservadores, reaccionarios y capitalistas, aquel deber había caducado.
Bien es cierto que existían socialistas en Europa que no lo entendían así, y habían hecho una especie de transformación de aquel deber previo al estallido de la guerra. Se había sustituido por el de conseguir la paz lo más pronto posible, fuera como fuera. Y esta postura era criticada porque, aunque era evidente que había que conseguir la paz, pero no al precio que fuera. No se podía hacer una paz sin haber “llegado con la espada, ya que nuestras manos han empuñado la espada al corazón del monstruo de las guerras”, que, era, fundamentalmente, para el socialismo español, el imperialismo alemán. Había que hacer una paz que imposibilitara las guerras en lo sucesivo.
Pero para llegar a este resultado se necesitaba la cooperación del mayor número posible de naciones contra el “funesto imperialismo alemán”. Esa cooperación, más que agravar el conflicto aceleraría el desenlace y aproximaba la paz. Como sabemos, todavía la guerra duraría tres años y medio.
Hemos consultado el número 2191 de El Socialista, de 24 de mayo de 1915. Sobre la postura socialista española en relación con la Gran Guerra podemos acudir a la monografía de Santos Juliá, Los socialistas en la política española, 1879-1982, Madrid, 1997.
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