Santiago Pi i Suñer: educacion y clase obrera (1929)
Santiago Pi i Suñer (1893-1981) se destacó en la medicina y la política. Además de sus contribuciones en fisiología y en las investigaciones realizadas por Ramón Turró, junto con su hermano Augusto, en el Laboratorio Municipal de Barcelona, no podemos dejar de reseñar su papel como vicepresidente del Consejo de Instrucción Pública en la República, presidido por Unamuno, y como subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública. Pi i Suñer estaría en la fundación de Izquierda Republicana, y en la guerra regresó a la docencia en la Universidad de Barcelona. En el exilio estuvo en el Consell Nacional de Catalunya, y más tarde vivió y trabajó como catedrático en distintas universidades latinoamericanas, para regresar a España en los años sesenta. Terminó su carrera como profesor de fisiología en la UAM, entre 1969 y 1970.
Pues bien, Pi i Suñer teorizó sobre la educación y la clase obrera en un artículo que le publicó El Socialista en el mes de octubre de 1929, en un número dedicado a Aragón.
El catedrático exponía que el secreto en el éxito educativo pasaba por poner, precisamente, la educación como una prioridad. Como ejemplo, ponía el caso de Rusia. El cambio de régimen no era, per se, el causante del aumento de lo que denominó “el caudal de inteligencia colectiva de Rusia”. Pero, era indudable que las perspectivas culturales de la Rusia posterior a la Revolución eran mucho más amplias que las existían en la época zarista, y eso había ocurrido porque la “instrucción” había pasado a ocupar el primer puesto entre los problemas del Estado. Y para ello, recordaba su experiencia personal cuando visitó Rusia en el verano de 1925 con ocasión del jubileo del Bicentenario de la Academia de Ciencias.
Así pues, el objetivo de los educadores y los gobernantes era despertar el interés por la cultura y la educación en la colectividad.
Pi i Suñer aludía en su escrito al caso aragonés (recordemos que el artículo se publicó en un número en homenaje a Aragón), que conocía bien porque en ese momento era catedrático en la Universidad de Zaragoza. Había visto como crecía entre las clases obrera el interés por la cultura, desligada de todo fin práctico. Se refería a los ciclos de conferencias, organizados por la UGT, pidiendo que debían seguidos por un esfuerzo aún mayor, que cristalizase, como en Barcelona, en la creación de un Ateneo Enciclopédico Popular. Un centro cultural de esta naturaleza serviría para que la clase obrera zaragozana pudiera encontrar satisfechas, después de su jornada laboral, sus “ansias legítimas de saber”. En dicho centro no sólo debían impartirse conferencias de temas diversos o de orden general, sino que había que organizar enseñanzas de cuestiones concretas (más regladas, podríamos añadir nosotros) de humanidades, matemáticas, idiomas, literatura e historia, con el fin de que los obreros conociesen lo “que es y ha sido en realidad el mundo y de la situación del hombre dentro de él”.
Hemos consultado el número 6449 de El Socialista, de 10 de octubre de 1929.