Luis Araquistáin sobre la cuestión de la unidad socialista hacia 1928

Historia

Luis Araquistáin publicó un artículo en el número extraordinario de El Socialista del primero de mayo de 1928 titulado “La decadencia de un cisma” sobre la escisión comunista, la evolución de los socialistas y comunistas en los años veinte y sobre la unidad.

 

Araquistáin se refería a la edición de la Memoria, editada por la Secretaría del PSOE, para el Congreso de junio de 1928, y donde se realizaba un resumen del movimiento obrero nacional e internacional desde 1921 a 1927.

Del conjunto de datos que contenía la Memoria el intelectual socialista quería resaltar el hecho de que se afirmaba en la misma la tendencia de los Partidos Socialistas a crecer en todo el mundo y la de los Partidos Comunistas, en cambio, a decaer, fuera de Rusia, en los países donde se habían organizado. Y eso, le reconfortaba porque indicaba que la división (“cisma”) provocada por la Internacional de Moscú en la organización obrera mundial iba perdiendo su fuerza, vaticinando que desaparecería en unos pocos años.

Araquistáin reconocía la importancia de la Revolución Rusa y sus consecuencias históricas universales, pero siempre había considerado como un inmenso error de táctica, como así lo había defendido en su momento, la creación de la Tercera Internacional.

Dicha organización, en su opinión, habría generado daños incalculables. En primer lugar, había retrasado la evolución de muchos países europeos y americanos. Pero, además, había determinado la formación de gobiernos ultraconservadores, retardando el crecimiento de los Partidos Socialistas en su proceso para conquistar el poder político.

Pero también era consciente que el surgimiento del comunismo había tenido una consecuencia positiva para los socialistas, ya que habría suavizado la aversión que las clases conservadoras habían tenido hasta entonces de las fuerzas socialistas.

En todo caso, el balance no había sido positivo. Como vemos, Araquistáin creía que la decadencia del comunismo internacional era un hecho. La táctica que preconizaba, y que había querido imponer en cada país, podría ser considerada como equivocada o no, pero lo que sí calificaba como una gran equivocación, incluso para los propios fines del comunismo, había sido romper la unidad de la causa socialista internacional, una cuestión que, como hemos comprobado en distintos socialistas, se convirtió en la más importante en sus reproches a los comunistas. En todo caso, la unidad socialista se estaba rehaciendo, siempre según nuestro protagonista, y eso era lo que importaba.

Aún no habían cicatrizado las “heridas psicológicas”, pero la reconciliación parecía en marcha y debía acelerarse, porque por encima de los individuos y sus disensiones estaría la meta común. En todo caso, este testimonio nos parece interesante por la interpretación tanto de lo que había pasado en los años veinte, como sobre lo que pasaría en los años treinta en las relaciones entre socialistas y comunistas, al menos para el caso español.

Hemos trabajado con el número del primero de mayo de 1928 de El Socialista.

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