Las expectativas y los retos para la UGT y el PSOE ante el año nuevo 1930
Francisco Largo Caballero compartió con los lectores de El Socialista unas reflexiones sobre la importancia que podía tener el año nuevo de 1930 para las dos organizaciones socialistas en clave interna, pero, sobre todo, en relación con el país.
El año podía ser memorable para la UGT y el PSOE en expresión del propio Largo Caballero. La UGT iba a constituir las Federaciones Nacionales de Industria que faltaban por hacerlos, y debía sentar las bases para establecer un sistema de cotización para que pudiera asegurar en el futuro su actuación de propaganda. La UGT y el PSOE, además, iban a inaugurar el mausoleo dedicado a Pablo Iglesias.
Pero lo importante eran los asuntos generales de gran trascendencia para los trabajadores y para el país entero. Largo se preguntaba si iban a verificarse elecciones con el fin de constituirse las Diputaciones y los Ayuntamientos, y si se iba a elegir un nuevo Parlamento. En caso afirmativo, ¿qué papel jugaría la clase obrera organizada en estas instituciones. ¿Se implantaría en las mismas la representación corporativa? Eran todos interrogantes que suponían una preocupación para los trabajadores. En caso de suceder, se quisiera o no, obligarían tanto a la UGT como al PSOE a participar con una intensidad difícil de calcular aún en ese momento, terminando 1929, en la vida española, lo cual significaría, especialmente para el sindicato, una transformación profunda en lo teórico y en la táctica. ¿Participarían las Sociedades Obreras en la administración de los Municipios y Diputaciones y tomando parte activa en la elaboración de las leyes en el Parlamento? Eso provocaría un problema, porque según el esquema socialista el sindicato debía dedicarse a la lucha y el trabajo económico y social y no al político, tarea del partido.
Pero, según Largo, aún siendo esta cuestión descrita de suma importancia, lo era más la responsabilidad que tenían ambas organizaciones ante la nación. Pensaba que había una buena parte del país que creía que una parte de los problemas nacionales sin resolver solamente podía ser acometida por la UGT y el PSOE, y que, en caso de que ambas organizaciones tuvieran la representación en las instituciones que con arreglo a su importancia numérica y social les correspondían, “todas las esperanzas les serán otorgadas”.
¿Se podría responder a estas expectativas?, ¿tendrían ambas organizaciones suficientes hombres para hacer frente a las exigencias? Y aquí residía el principal problema para Largo, que insistía que no se había dejado nunca de insistir a los trabajadores que no solamente había que dedicar el esfuerzo y la atención sobre las condiciones de trabajo, el salario y la jornada laboral, sino también a las cuestiones generales en las cuales los socialistas tenían que intervenir, les gustase o no.
Por fin, Largo Caballero planteaba otro problema, y que tenía relación con el anteriormente citado del papel del sindicato ante las instituciones. Si el socialismo siempre había defendido la autonomía de ambas organizaciones, la sindical y la política, aún partiendo de la identidad ideológica, ¿debía mantenerse dicha autonomía si el sindicato y el partido intervenían en las nuevas instituciones?
Es evidente que la caída de Primo de Rivera, unas semanas después de este escrito de Largo, desbarató el programa institucional de la Dictadura, y el comienzo de otra etapa, por lo que los problemas planteados ya no lo fueron tanto, aunque nacieran otros, como el de la colaboración del partido en el cambio político, y el papel del sindicato en ese cambio. En todo caso, no dejan de ser interesantes, a nuestro juicio, las reflexiones de Largo en todo lo que tiene que ver con las relaciones entre el sindicato y el partido y las tareas tradicionalmente asignadas a ambos.
Hemos trabajado con el número del último día del año 1929 de El Socialista.