La miseria de las escuelas españolas a fines de los años veinte

Historia

Los socialistas españoles denunciaron en diciembre de 1928 la situación de miseria que padecían la mayoría de las escuelas rurales y urbanas, justo cuando comenzaba el invierno y se iba a poner de manifiesto la falta de calefacción en las mismas, si se exceptuaba la humana, se decir, la que se derivaba del hacinamiento de los niños en un local estrecho. Bien es cierto que en algunas escuelas rurales había estufas, compradas después de hacer verdaderos equilibrios económicos, pero muchas no se podían encender porque faltaba carbón para alimentarlas, por lo que muchos chicos acudían a la escuela con un trozo de encina o pino.

 

En las grandes poblaciones el problema era semejante, aunque con ligeras variantes. El periódico socialista hablaba de tres clases o categorías de escuelas: “archiprotegidas, protegidas y olvidadas”. Las primeras tenían una apariencia de riqueza, pero nada más porque, aunque dentro contaban con radiadores, anuncio de la existencia de calefacción central, no podían utilizarse más que siete u ocho veces al año porque no daba para más el presupuesto escolar. De los demás tipos de escuelas no hacía falta decir nada.

Las escuelas recibían ciento sesenta y dos pesetas anuales para compra y reparación de mobiliario, compra de material escolar, pago de la luz, limpieza de local y calefacción. Pero, en realidad, esa cantidad apuntada era menor porque el Estado se encargaba de hacer un descuento, reduciéndose a ciento treinta y tres pesetas. Las escuelas españolas estarían limpias si el maestro o su esposa se encargaban de hacer la limpieza con la escoba, y tendrían calefacción si el maestro aportaba de su fogón doméstico para caldear la escuela.

Hemos consultado el número 6190 de El Socialista, del 12 de diciembre de 1928.

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