Las reformas militares en la España del despotismo ilustrado

Historia

El siglo XVIII es fundamental en la historia de las fuerzas armadas españolas por el volumen y profundización de las reformas militares que se emprendieron, sobreviviendo algunas de ellas en la España liberal y hasta posterior.

 

Los Borbones buscaron, en línea con su política de fortalecimiento del Estado, crear un ejército permanente, algo que no habían conseguido los Austrias, a pesar de su intensa política belicista, ya que habían recurrido, en gran medida, a la solución mercenaria. La nueva dinastía promovió las milicias provinciales y la creación de un ejército profesional, a través de las levas de vagabundos, y con un sistema de reclutamiento regular cada año, que generaría contestación social y que, en consecuencia, costaría ponerlo en marcha. En 1773 estallarían motines contra las quintas en Barcelona, Navarra y las provincias vascas, ya que, según los amotinados, el sistema vulneraba sus fueros.

Por otro lado, en el siglo XVIII se produjo un evidente avance en la normativa militar. En España esta cuestión se regulaba, históricamente, a través de Reales Ordenanzas, un conjunto de disposiciones sobre la organización de las fuerzas armadas.

Los Borbones plantearon nuevas Ordenanzas en 1701, que reformaban las anteriores de 1632. Es significativo que se diera un lapso de tiempo tan largo entre unas y otras. Parece como si la decadencia militar y postración general hubiera impedido promover reforma alguna durante el siglo XVII. Felipe V aprobaría, posteriormente, nuevas Ordenanzas en 1728. La Armada, por su parte, fue ampliamente reformada con unas Ordenanzas promulgadas en el reinado de Fernando VI, en pleno proceso de relanzamiento de la potencia naval española.

Carlos III promulgó en 1768 las Ordenanzas más importantes del Antiguo Régimen, y que más tiempo han estado formalmente en vigor porque hasta 1978 no se aprobarían unas nuevas. En todo caso, las Ordenanzas de 1768 serían reformadas profundamente por las distintas Constituciones y legislaciones posteriores.

La primera característica de la normativa militar carolina fue su exhaustividad porque, dado el carácter totalizador y reglamentista del Despotismo ilustrado, se abarcaron todos los aspectos que tenían que ver con la milicia en sus distintas Armas, incluyendo a la Armada, aunque ésta pudo mantener parte de su normativa específica.

Otro de los puntos fundamentales de la reforma militar dieciochesca fue la potenciación que se hizo de la valía personal frente al criterio exclusivamente basado en el origen, es decir, la hidalguía. Era el triunfo de la filosofía ilustrada, que defendía el ascenso social, y en este caso militar, sobre la base del mérito, el trabajo y la dedicación. En este sentido, ya Felipe V, pero sobre todo Carlos III, introdujeron la hoja de servicios, pieza fundamental en el expediente de todo militar porque recogía sus destinos, servicios y todo lo que tuviera que ver con los mismos, como eran los méritos, valor, conocimientos, capacidad, etc.. Por fin, a finales del período histórico que estamos estudiando las Academias militares terminaron por abrirse a la burguesía.

La Infantería fue reformada profundamente en el siglo XVIII. En la Guerra de Sucesión crecieron las unidades por razones evidentes, aunque al terminar se redujeron. Posteriormente, apareció la Infantería ligera, y con Carlos III se aumentaron los efectivos en los Regimientos.

Uno de los problemas con los que tuvieron que enfrentarse los nuevos gobernantes fue la escasez de ingenieros militares. En 1711 se aprobó el establecimiento de este Cuerpo militar, comenzando los ingenieros a servir en los conflictos del reinado de Felipe V. La figura del momento fue el ingeniero mayor, Jorge Próspero Verboom, de origen neerlandés. Posteriormente, se mejoró mucho su formación, en línea con lo que más adelante expresamos, y por impulso de Godoy nacería el Arma de Ingenieros, y en 1803 se crearía la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares.

La nueva dinastía se tomó muy en serio la formación de sus militares, destacando la que había que dedicar a los marinos, dada la importancia que la Marina para mantener el dominio de los mares en relación con América. Así pues, se creó la Academia de Guardia Marinas de Cádiz; posteriormente, en 1751 se encargó de su jefatura Jorge Juan, uno de los más destacados marinos y científicos españoles de todos los tiempos. Posteriormente, se crearon más Academias de Guardia Marinas.

En el reinado de Carlos III se produjo una profunda reforma de las Academias militares. Se pretendió racionalizar el gasto, pero, sobre todo, que tuvieran un elevado nivel científico, como no podía ser de otra manera desde la perspectiva ilustrada. Algunos de los más destacados científicos españoles del siglo XVIII se formaron en estas Academias.

En este ámbito es importante destacar la labor cartográfica de la Marina española a través del Depósito Cartográfico y la Dirección de Hidrografía, que se crearon en 1797, aunque había habido un proyecto anterior de Jorge Juan. La Dirección tenía como misión organizar y centralizar la labor cartográfica, ser el depósito de las cartas hidrográficas, establecer una biblioteca, mantener relaciones con establecimientos extranjeros y contar con un observatorio para hacer observaciones meteorológicas y astronómicas.

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