El París de la posguerra (1922) visto por un socialista español
El destacado sindicalista y socialista Manuel Cordero, panadero de profesión, estuvo en París en septiembre de 1922, dejando una viva impresión de la capital francesa de la posguerra.
En principio, parecía que París daba la misma impresión de “movimiento y grandeza” de había producido antes de la guerra, como si no hubiera pasado nada, pero, como veremos, la situación no era, precisamente, así.
En primer lugar, la vida se había encarecido enormemente. Para comer a la carta hacían falta más de veinte francos, mientras que antes de la contienda se podía comer de la misma forma por una tercera parte. Cordero reconocía que los salarios en Francia eran altos, pero, el poder adquisitivo había empeorado por los precios elevados de los artículos de primera necesidad, es decir, habían disminuido los salarios reales. En todo caso, en los hogares franceses entraba siempre más dinero que en los españoles, porque no era raro, como explicaba Cordero, que trabajase más miembros de la familia, con lo que había más de un sueldo en cada hogar, frente al caso español.
Pero la vida en el París de principios de los años veinte no parecía fácil. A Cordero le llamó mucho la atención la cantidad de automóviles conducidos por hombres de edad, y los había visto, además, mal vestidos. Eso demostraba la sangría que había padecido la juventud en las trincheras, y que los ancianos no tenían más remedio que salir a buscar un salario para poder vivir.
Así pues, nuestro panadero reconocía que el París del final del verano de 1922 no era el de antaño. A pesar de la agitación que se veía en sus calles, si se estudiaba más la realidad se observaba la preocupación colectiva por las dificultades ocasionadas por la guerra. No se veían monedas de oro ni de plata.
Cordero contraponía el sufrimiento del pueblo francés con el protagonismo de su diplomacia “burguesa”, que iba de una parte a otra de Europa, celebrando conferencias internacionales para intentar solucionar los graves trastornos que se habían producido, pero, como buen socialista, quería expresar al público lector español, que no había solución posible dentro del régimen capitalista. La guerra, en su opinión, continuaba. Era verdad que no se oía el “estampido del cañón”, pero la situación de Europa era más grave en 1922 que en 1914 porque no había nada seguro, porque el capitalismo seguía poniendo en peligro la paz del mundo.
La solución pasaba por el proletariado, como única clase que podía impedir una nueva catástrofe, pero se lamentaba, al terminar su columna, por el hecho de que se hallaba muy dividido, en clara alusión implícita a las tensiones entre socialistas y comunista en el movimiento obrero.
Podemos leer a Cordero en el número 4255 de El Socialista, del día 30 de septiembre de 1922.
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