La Real Cabaña de Carreteros

Historia

En el transporte terrestre durante el Antiguo Régimen la carretería fue fundamental, aludiendo al transporte en carretas tiradas por bueyes.

 

En el año 1497 la reina Isabel creó la Real Cabaña de Carreteros, a petición de la Hermandad de Carreteros de Granada y Murcia, concediéndoles diversos privilegios. Los carreteros existían desde tiempo inmemorial, y se habían ido asociando en la Baja Edad Media. Así en la segunda mitad de la década de los años ochenta del siglo XV se constituyó la Hermandad de Carreteros de Burgos-Soria, participando en el transporte de artillería y armamento para la Guerra de Granada. En otros casos, había verdaderos empresarios con poder suficiente para encargarse del negocio, como Juan Tejedor, que en 1491 transportaba lanas desde distintos lugares del Señorío de Molina hasta Burgos.

La Real Cabaña tuvo un gran impulso en el siglo XVI. En 1629 se reformó y pasó a denominarse Cabaña Real de Carreteros, trajineros, cabañiles y sus derramas, al incorporar a la institución a otros protagonistas del transporte terrestre como los muleros y los aludidos cabañiles. Anteriormente, desde 1599 disfrutó de jurisdicción especial, como lo hacían otras corporaciones, como la Mesta. Así pues, disponía de un juez conservador para defender sus privilegios, miembro del Consejo Real. Además, en Madrid, Granada y Murcia contaba con procuradores generales. También había un alguacil procurador general de la Cabaña y un alcalde mayor. En cargos inferiores estaban unos subdelegados, cuyas funciones eran desempeñadas por los corregidores en caso de no haber uno en un lugar. También había delegados comarcales.

Los principales privilegios que disfrutaban los carreteros de la Cabaña Real consistían en el libre acceso a pastos comunes, condiciones ventajosas para poder disfrutar de los pastos privados, derecho de uso en abrevaderos y lugares de pernocta, contratación de madera exenta de tasas, etc. Al ser una institución con distintos privilegios, como hemos visto, no dejaron de aparecer conflictos de intereses y agravios, de ahí todo ese aparato institucional que se creó, y con especial dedicación a lo jurídico.

Los motivos principales de conflictos se derivaban de los privilegios que la Cabaña disfrutaba para sus ganados de los pastos, frente a propietarios y arrendatarios, así como sobre cuestiones fiscales en peajes e impuestos de tránsito. La Cabaña Real contaba con distintos integrantes, siendo las más importantes las asociaciones o hermandades de Granada y Murcia, la de Cuenca-Murcia, la de Navarredonda de la Sierra en Ávila y la de Soria-Burgos, en distintos momentos de la época de los Austrias. Las asociaciones se encargaban de fijar precios, rutas de transporte y los salarios, además de representar a los carreteros asociados ante los tribunales.

La Cabaña Real tenía dos tipos de clientes: los privados y la Corona, transportando para la segunda suministros como maderas para astilleros, metales para la acuñación de monedas para la Casa de la Moneda, salinas, etc.

En la segunda mitad del siglo XVII sufrió una crisis, derivada de la crisis económica general de la Monarquía Hispánica. Luego en la época de los Borbones resucitó hasta 1790 cuando en unión a la crisis general del Antiguo Régimen entró en decadencia. En este proceso influyeron también las medidas liberalizadoras sobre el comercio que dictaron las Cortes de Cádiz, fieles a un espíritu librecambista. Cierto es que Fernando VII abolió todas ellas, pero el momento económico, social y político ya no era propició para que una institución privilegiada recuperase su poder. En 1836 se restableció un decreto del Trienio Liberal por el que se abolían privilegios y prerrogativas, y la Cabaña Real dejó de existir.

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