España en la Gran Guerra

Historia

Aunque España no entró en el conflicto, la Primera Guerra Mundial tuvo una honda repercusión en todos los ámbitos, en la política, acentuando la crisis de la Monarquía de Alfonso XIII, en la economía generando inmensos beneficios a las empresas por las exportaciones a costa de una inflación galopante, y sociales, porque la carestía repercutió directamente en las clases menos favorecidas, con una acentuación de la movilización del movimiento obrero.

 

El Gobierno de Eduardo Dato decretó la más estricta neutralidad a los españoles por un real decreto publicado en la Gaceta de Madrid el 7 de agosto de 1914. En realidad, muy pocos se opusieron a una neutralidad provocada por un país que no podía entrar en la contienda por su debilidad, aunque podía haber una cierta obligación según se interpretaran los Acuerdos de Cartagena de 1907 entre Francia, Reino Unido y España para preservar el status quo del Mediterráneo frente a las ambiciones alemanas. En todo caso, la neutralidad italiana sirvió para reafirmar la neutralidad.

Pero todo esto no fue obstáculo para que las fuerzas y personalidades políticas, así como la opinión pública se dividieran en germanófilos y aliadófilos. La causa de los Imperios centrales fue defendida por parte de la aristocracia y el clero, la alta burguesía, los carlistas y el sector más activo del conservadurismo, los mauristas, sin olvidar que en la corte, menos la reina, por razones obvias, también se encontraban destacados germanófilos. La causa de la Triple Entente era defendida por los liberales, el nacionalismo catalán (hubo voluntarios catalanes en el Ejército francés), el republicanismo y los intelectuales. El socialismo español, a pesar de su defensa del pacifismo internacionalista, terminó por estar en este grupo, ya que Pablo Iglesias y los principales socialistas consideraban que el imperialismo alemán era el causante de los problemas y era preferible que vencieran las democracias occidentales. Los anarquistas fueron contrarios a tomar partido, aunque algunos sí lo hicieron por la causa aliadófila.

La confrontación entre ambas posturas se canalizó especialmente a través de la prensa.

La neutralidad española generó profundos cambios en las estructuras productivas del país, especialmente en la industria, ya que la demanda de los contendientes presionó sobre todos los sectores. La producción nunca había crecido tanto, y con ella, como efecto intensamente negativo, la inflación. El aumento salarial se consumió por la carestía de la vida en todos y cada uno de los productos básicos, por lo que, en realidad, los salarios reales bajaron. Eso provocó la contestación del movimiento obrero. La situación llegó a ser tan grave que hasta la UGT y la CNT pactaron, algo inaudito hasta entonces. La crisis en 1917 llegó a ser insoportable, y provocó la Huelga General de ese año.

En el plano político, la oposición al sistema, ante la parálisis del mismo y la no reunión de las Cortes, es decir, del poder legislativo, promovió la Asamblea de Parlamentarios en ese año de 1917 en Barcelona, aunque sin grandes consecuencias.

Por fin, el Ejército vivió su propia crisis, incidiendo en la política española, al crearse las Juntas de Defensa, vehículo de una parte de la oficialidad, que protestaba por la política de ascensos por la Guerra de Marruecos y por la pérdida de su poder adquisitivo.

Un capítulo aparte tiene que ver con el hecho de que España se convirtió en uno de los principales teatros de actuación del espionaje y el contraespionaje. Barcelona se convirtió en un nido de espías, y no debemos olvidar el caso de Mata Hari.

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