Pablo Iglesias y la militancia “progresiva”
En el año de su muerte, Pablo Iglesias publicó un artículo en La Libertad, que luego reprodujo El Socialista al terminar el mes de septiembre de 1925 sobre donde debían militar los “hombres progresivos”. Siguiendo nuestro interés sobre el compromiso político en la historia y, muy especialmente, en el ámbito socialista, queremos acercarnos a este texto.
El viejo líder se hacía una serie de preguntas retóricas sobre los problemas del mundo y sobre quiénes podían acabar con los mismos: la guerra, las crisis de trabajo, la prostitución, la dependencia y esclavitud económica de la inmensa mayoría de la gente, las enfermedades provocadas por la explotación, la ignorancia, la falta de educación, la falta de humanidad con los desfavorecidos, las altas cifras de mortalidad, la criminalidad y los espectáculos bárbaros.
Estaba claro que solamente el socialismo podría terminar con estos problemas y librar al mundo de sus desastrosos efectos, a través de la socialización de los medios de producción, la organización del trabajo para satisfacer a todos y la creación de una organización donde debía reinar la armonía.
Entonces, ¿qué correspondía hacer a los “hombres verdaderamente progresivos”, ¿debían lamentarse de dichos males, maldecirlos, o clamar por su desaparición? Eso era poca cosa para Iglesias. Contra todo lo que hacía daño y generaba tantas víctimas, esos hombres debían ir con todo su ardor, con toda energía e impulso.
Si eso era un deber tenían que agruparse y militar en el socialismo, porque según Pablo Iglesias, fuera del mismo no había curación para tantos males. Admitía que hubiera personas que sin estar afiliadas al Partido Socialista trabajasen por corregir o paliar las lacras referidas, pero quería dejar bien claro que nadie podía negar que no había fuerza política que trabajase con más sinceridad, empeño y constancia que la socialista para terminar con los males engendrados por la sociedad burguesa.
Sin lugar a dudas, Pablo Iglesias mantuvo hasta el final de sus días una fe inquebrantable en la causa socialista.