Las cuestiones de la higiene y la sanidad fueron preocupación constante del socialismo español desde sus inicios, pero desde una perspectiva distinta a la que los higienistas planteaban ante el evidente problema que había aparecido con los profundos cambios socioeconómicos producidos por el complejo proceso de industrialización, y crecimiento urbano, como muy bien nos ha explicado Ricardo Campos en un trabajo esclarecedor. Frente a la idea de que la falta de higiene y la extensión de la enfermedad era un asunto personal, es decir, achacable a los propios obreros por sus formas de vida, el socialismo español planteó que esos problemas no eran responsabilidad de los trabajadores, sino del capitalismo y de las relaciones de producción que había establecido: bajísimos salarios, jornadas laborales interminables, centros de trabajo sin higiene, y viviendas insalubres con altísimos niveles de hacinamiento, etc. Por eso, el socialismo español se centró en tres objetivos. En primer lugar, desarrolló un intenso trabajo de denuncia de la situación sanitaria e higiénica en España. En segundo lugar, intentó cambiar las cosas en el ámbito municipal cuando comenzó a acceder a las concejalías en las elecciones municipales. Y, por fin, impulsó una labor divulgativa en charlas, conferencias y cursos.