Seguridad y desigualdad en España
Leemos que la OCDE informa de una situación que demuestra un intenso contraste en relación con nuestro país. Al parecer, España es un país muy seguro, con pocos homicidios, con una de las esperanzas de vida más elevadas del mundo, pero muy desigual, con mucha pobreza, algo que ya nos había explicado el relator de la ONU, y con una baja proporción de población adulta empleada.
Esta es España, un país donde, al parecer, se vive bien, se vive mucho, y se está bastante seguro. Todo eso es muy positivo. Pero hay pobreza, mucha para ser un país teóricamente tan avanzado, con muchas desigualdades, con paro, con poca población adulta trabajando, y con bajos ingresos, muy bajos, fruto de salarios que están alejados de los que perciben los trabajadores de los países desarrollados. Esas personas ni viven seguras ni viven bien.
Vivir mucho y relativamente seguros está muy bien, insistimos. No cabe duda que hay muchos factores de todo tipo que hacen muy atractiva la vida en España, pero esto no puede ser motivo de alegría, de celebración ni de júbilo. Esa desigualdad es un borrón muy grave, fruto de la crisis y de un decenio de políticas de recortes intensos en el gasto público, en el sostenimiento y ampliación del Estado del Bienestar en todos los ámbitos, especialmente en educación, pero también en políticas sociales que hubieran podido aminorar el impacto de unas crisis terrible sobre las personas mayores, las mujeres y los jóvenes, especialmente. El empleo es muy precario porque tampoco nuestro país ha apostado por reindustrializarse, ni por invertir en investigación, en su capital humano como han hecho los países verdaderamente desarrollados.
Es un reto para las izquierdas revertir un decenio de hierro. Es la prioridad absoluta, sin dejarse llevar por la agenda que quieren marcar los nacionalistas catalanes o los españolistas. La obsesión patriótica que agitan unos y otros enmascara lo que verdaderamente importa: aminorar la brecha de la desigualdad, y acabar con la pobreza, esa que existe tras el brillo de banderas. ¿Qué patria queremos?, ¿la de la bandera española gigantesca de la plaza de Colón y/o la de los lazos amarillos, o aquella donde los jóvenes puedan trabajar en empleos dignos y bien remunerados, los pensionistas puedan disfrutar de una vejez enriquecedora sin sobresaltos, las mujeres no sigan cobrando salarios menores, se atienda a la educación como prioridad casi absoluta, no haya listas de espera para operarse, etc..?
España con gran esperanza de vida y segura, sí, claro, por supuesto, pero también, y sobre todo, una España sin desigualdades sangrantes. Como siempre, una cuestión de opción.