La apatía en política: reflexionando en 1923
En estos días se ha hablado del peligro de que el electorado de izquierdas, especialmente el que se suele inclinar hacia el Partido Socialista, ante la crisis producida en el seno del Gobierno, pueda quedarse en casa fruto del desencanto o la apatía.
Pues bien, siguiendo nuestro método de buscar materiales en el pasado nos hemos topado con un breve texto, casi a modo de consigna, precisamente en otro proceso electoral, el de las elecciones generales de abril de 1923, las últimas celebradas dentro del sistema político conocido como el de la Restauración, aunque en realidad, los últimos comicios como tales fueron los del 12 de abril de 1931, pero, eso sí, municipales. El texto lleva el significativo título de “La apatía”. Vendría a ser una llamada de atención, un ejercicio para la movilización electoral.
Pues bien, la apatía sería una grave enfermedad tanto individual como colectiva. Un hombre apático sería una especie de “ente inútil”, un sujeto expuesto a todo tipo de vejámenes o injusticias. Pero si la colectividad era apática entonces estaríamos hablando de una “masa amorfa”, propicia para ser pasto de los más “groseros apetitos de minorías audaces y sin escrúpulos”.
En las filas socialistas no cabían los apáticos, los abúlicos ni los indiferentes porque el socialismo venía a ser una especie de milicia (es interesante observar que la palabra militante viene, como es sabido, precisamente de milicia), y una milicia disciplinada, activa y vigorosa. Así pues, se recordaba desde las páginas de El Socialista en aquella primavera de hace cien años, que todo afiliado el Partido Socialista debía imponerse a sí mismo más deberes que derechos, y ser una especie de soldado de la causa, siempre dispuesto a acudir a cualquier llamamiento del Partido.
En la campaña electoral de abril de 1923, los socialistas hacían un llamamiento imperativo a todos los que con él simpatizaban para que nadie ahorrase su esfuerzo. Hasta el día de las elecciones la principal no, la única preocupación, debía ser “la conquista de los apáticos, la incorporación de los reacios, centralizando todos los esfuerzos”. Pues ahí es nada, para aviso de los dirigentes del PSOE.
Hemos trabajado con el número del 26 de abril de 1923 de El Socialista.
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