La izquierda británica contra el antisemitismo estalinista
En antisemitismo estalinista se produjo en dos momentos, en los años treinta en el marco de las grandes purgas, pero muy especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, hundiendo sus raíces, realmente en el que se desarrolló intensamente en la Rusia zarista, y que provocaría sangrientos pogromos, aunque en distinta circunstancia histórica.
El momento clave del estallido antisemita de Stalin se produjo a raíz del fracaso soviético en la capitalización de la fundación del Estado de Israel, porque las autoridades del nuevo Estado no fueron muy favorables a alinearse políticamente con Moscú, a pesar del apoyo que habían recibido de la URSS. Eso provocaría un claro enfriamiento de las relaciones, emprendiéndose, además, la represión contra los miembros del Comité Judío Antifascista, que se había creado en 1942 en Samara con el apoyo soviético buscando aumentar el apoyo de Occidente en la Segunda Guerra Mundial. En todo caso, los problemas surgieron al terminar la contienda cuando el Comité decidió priorizar la documentación sobre el Holocausto frente al deseo de Moscú en que trabajase para dar a conocer las matanzas de ciudadanos soviéticos por parte de los alemanes. El Comité quiso publicar en 1947 el Libro Negro, donde se recogían los testimonios y documentos sobre el extermino de judíos en la Unión Soviética y en los campos de extermino en Polonia por parte de los nazis. Este ingente trabajo se llevó a cabo bajo la dirección de Ilyá Ehrenburg y Vasili Grossman, pero fue prohibido por las autoridades soviéticas porque, como hemos apuntado, la postura oficial soviética afirmaba que las víctimas judías lo habían sido por su ciudadanía soviética y no por su condición judía, negando, por lo tanto, el genocidio.
El antisemitismo, que había sido oficialmente prohibido en la guerra, reapareció en la prensa soviética y en los discursos a partir de 1952.
Otro episodio que alimentó el antisemitismo se dio cuando se produjo el juicio y condena de dirigentes comunistas en Checoslovaquia en el conocido como Proceso de Praga en noviembre de 1952. Se les acusó de fraguar una especie de complot a favor de Tito, siendo muchos de ellos judíos.
En este ambiente tuvo lugar el denominado “complot de los médicos”, una pura invención de Stalin que pensó que los médicos principales de la URSS, muchos de ellos judíos, querían asesinar a los dirigentes soviéticos aprovechando tratamientos médicos.
Pues bien, hemos recogido testimonios de la izquierda británica de los primeros años cincuenta y hasta muy poco antes de fallecer Stalin donde se condenaba el antisemitismo estalinista.
El diario laborista Daily Herald recordaba a principios de 1953 que Harold Laski, al que calificamos como intenso economista, marxista, laborista siempre crítico y de origen judío, había condenado el antisemitismo soviético antes de fallecer en 1950 en un artículo.
En el dicho texto Laski afirmaba que en pocos asuntos políticos la táctica comunista había sido más indecente y más irresponsable. Por un lado, los soviéticos habrían pedido el apoyo de los judíos afirmando que los comunistas habían sido los únicos que habían tenido la intención de garantizar a los israelitas la seguridad y de castigar el antisemitismo con todo rigor, pero se cuidaban bien de no divulgar el duro trato que estaban infligiendo a los judíos en la propia Rusia y en sus países satélites. No decían nada de la hostilidad que el comunismo sentía contra el sionismo y de cómo castigaba a los judíos que querían emigrar a Palestina, además de callar sobre cómo se estaban apartando a los judíos de todos los cargos importantes.
Por su parte, el Consejo General de las Trade-Unios publicaron una protesta expresando la indignación de los trabajadores ingleses respecto a la nueva ola de depuraciones que se estaba llevando a la práctica en la URSS y en los países satélites. Se criticaba como un “cinismo brutal” la conducta de los comunistas en relación con la dignidad humana.
El Partido Laborista también se indignó. Su secretario general en ese momento, Morgan Philips, además de presidente de la Internacional Socialista, manifestó al secretario del Partido Socialista judío Poalei Zion (movimiento sionista socialista, nacido en el seno de los trabajadores judíos rusos a fines del XIX, que dio origen a los partidos israelíes Mapam y Mapai), que los laboristas consideraban con horror las tendencias antisemitas que se estaban manifestando en Europa oriental y que se alentaban de un modo abierto en la URSS. En la carta afirmaba que estaba muy claro que había una campaña contra los judíos dirigida desde el Kremlin, pero que todavía se estaba a tiempo de evitar una catástrofe humana.
Las reacciones de la izquierda británicas al antisemitismo soviético final de Stalin se han consultado en el número del 5 de febrero de 1953 de El Socialista.
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