Victoria pírrica
Por “victoria pírrica” se entiende la que se consigue con muchas pérdidas en el que bando que, aparentemente, ha ganado, con lo que hasta dicha victoria podría ser desfavorable, y convertirse en una derrota.
Por “victoria pírrica” se entiende la que se consigue con muchas pérdidas en el que bando que, aparentemente, ha ganado, con lo que hasta dicha victoria podría ser desfavorable, y convertirse en una derrota.
La frase que encabeza este artículo no es de un servidor, sino del destacado y fundamental socialista asturiano Teodomiro Menéndez, pronunciada en una conferencia que impartió en el mes de julio de 1930 en Mieres. Al ser este un artículo de opinión nos interesa menos la circunstancia histórica de esta cita y la utilizamos porque creemos que tiene un valor atemporal, y creemos también que viene al caso sobre lo que hemos visto en los últimos tiempos en relación con algunos personajes en relación con el presidente del Gobierno, y que, a la sazón, también es secretario general del PSOE, frente a otros que se han arremangado para apoyar la causa del socialismo español en unas elecciones harto importantes, habida cuenta del poder alcanzado por la extrema derecha en las instituciones.
Mariano Rajoy nos ha recordado en un mitin una de las costumbres propias de nuestra derecha, y que no es otra que la de decirnos lo que importa o interesa realmente a los españoles y españolas. La derecha española tiene una inveterada manía de pretender que habla por boca de todos los ciudadanos y ciudadanas de este país. Y en este caso tenía que ver con la ley del bienestar animal y con los transexuales, asuntos que, en su opinión, no interesan a nadie, y en el asunto primero nos recuerda, además, que nadie sabe qué es esa ley, en una afirmación llena de desprecio.
Llevamos unos años escuchando que la derecha española es liberal frente al socialismo interesado en el poder del Estado frente al individuo. Empezó Esperanza Aguirre con sus elogios sobre el liberalismo británico, y luego una de sus sucesoras al frente de la Comunidad de Madrid ha basado gran parte de sus campañas políticas en que en Madrid había mucha libertad frente a otros lugares de España, provocando la mofa de la izquierda, al considerar que era la “libertad de las cañas” frente a la desatención de los servicios públicos, especialmente el de la sanidad, aunque no debe olvidarse nunca el de la educación. Son liberales nos lo dicen todos los días, creen en la libertad, y no dejan de tener razón, pero solamente son liberales en lo económico, siguiendo las pautas, un tanto ya desvaídas del neoliberalismo.
La igualdad es un derecho de iniciativa estatal, es decir, que no surge de iniciativas de los ciudadanos, aunque ellos sean los sujetos del derecho, pero que no pueden de ninguna manera realizarlo por sí solos. El actor del sujeto tiene que ser, por lo tanto, el Estado.
En este final de primavera, en medio de la constitución de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, después de las pasadas elecciones, y en plena precampaña, con lonas en el centro de la capital de España donde se destila odio a distintos colectivos e ideas, con nuevos gobernantes en mesas parlamentarias y gobiernos autonómicos negacionistas del cambio climático y de la violencia de género, patriotas de pulsera, y homófobos, o haciendo oposición desde posiciones de gobierno obviando sus propias funciones, en fin, asistiendo al caos generado por una derecha que, en unos sitios abraza a los extremistas para acceder al poder y en otros manifiesta una pública alergia hacia los mismos, esperemos que sincera, un político que no grita, que no insulta, que dice las cosas en un tono nada estridente, explicándolas, con extrema sensibilidad, pero también con firmeza, nos recuerda lo que es la política, y nos alienta en las propias convicciones sobre la importancia de la igualdad, del reconocimiento de los derechos y de su garantía, del respeto hacia los demás, de la necesidad de luchar para que nadie se quede atrás por ninguna condición, y todo eso no solo es de agradecer entre tanto lodazal, sino que también constituye un ejercicio pedagógico democrático, de civismo, valores tan escasos hoy.
En estos tiempos hemos visto evoluciones o giros políticos radicales de personajes públicos destacados, aunque esto no es privativo de nuestro tiempo, ni mucho menos. Lo que ocurre es que hoy tienen mucha repercusión mediática. No hace falta que demos nombres porque todos y todas tendremos los mismos en nuestra mente.
En estos días hemos asistido a dos ejercicios de frivolidad en el ámbito de la derecha, tanto en la política como en la lúdica.
Seguimos con nuestro particular rescate de materiales históricos al calor de las elecciones, buceando en la campaña electoral socialista de abril de 1923 para las últimas elecciones generales del reinado de Alfonso XIII.
Si en un anterior trabajo en esta sección reflexionábamos sobre la apatía en política al calor de las elecciones generales de 1923 desde la perspectiva socialista, hoy lo hacemos sobre la indecisión en el mismo momento histórico y desde el mismo posicionamiento ideológico, empleando también la fuente de El Socialista (número del 21 de abril de 1923).
En estos días se ha hablado del peligro de que el electorado de izquierdas, especialmente el que se suele inclinar hacia el Partido Socialista, ante la crisis producida en el seno del Gobierno, pueda quedarse en casa fruto del desencanto o la apatía.
Como es sabido, el Partido Popular se abstuvo en la moción de censura planteada por VOX con candidato foráneo. No se votó negativamente por respeto a dicho candidato. Esta cuestión, dentro de las mil facetas que se pueden comentar sobre la moción acontecida en la penúltima semana del mes de marzo, tan aciago en la política desde los tiempos del idus y Julio César, nos parece harto interesante.
El portavoz en el Senado del Partido Popular, el señor Javier Maroto, afirmó hace unos días ante las elecciones del 28 de mayo, en la Interparlamentaria del PPCyL, celebrada en Palencia, que había que trasladar a la ciudadanía el mensaje de que “no hay socialista bueno”, porque todos los candidatos del PSOE, en el caso de ser elegidos tenían como objetivo claro ayudar a Pedro Sánchez a volver a ser presidente y tener cuatro años más de desgobierno.
Hace unos días el veterano socialista y ugetista Manuel de la Rocha Rubí explicaba en El Diario.es sus cincuenta años de militancia política y social, ofreciéndonos de nuevo su intenso compromiso en el ámbito socialista. Lo que más nos interesó, aunque no nos llamó la atención, conociendo a Manolo, fue su afirmación final cuando expresaba que en distintas ocasiones cuando las posiciones que había defendido o compartido en el Partido Socialista eran derrotadas le habían planteado que por qué no dejaba el PSOE y se incorporaba a otra formación política, como habrían hecho otros compañeros. Pero él contestaba que siempre había tenido claro su sitio, porque se sentía partícipe de una tradición de “larga traza”, la socialista, que era plural y que se canalizaba desde hace 143 años, a pesar de los errores y desacuerdos con el Partido. Y nosotros añadiríamos a esta afirmación, que ha mantenido su fidelidad defendiendo siempre sus posiciones con elegancia y combatiendo las posturas cainitas o descalificatorias en los debates internos del socialismo español, algunos de gran envergadura, como el que llevó a la creación de Izquierda Socialista.
En tiempos de crisis se da el contexto casi perfecto para que aparezcan discursos y políticos populistas. Pero, ¿qué es el populismo? En este artículo queremos ofrecer unas modestas pinceladas al respecto.
Hoy proponemos a los amables lectores un ejercicio sobre la dicotomía entre reformistas y revolucionarios de la mano de Ernest Paul Graber.
Muy poco antes de fallecer Pablo Iglesias, en el otoño de 1925, publicó un artículo sobre el socialismo y el liberalismo. Aquellas reflexiones de ahora hace tantos años pueden ofrecernos algunas claves, salvando muchas cosas, pero quedándonos con lo perenne. Y puede que nos ofrezcan claves, insistimos, justo en estos tiempos en los que determinados sectores de la derecha, con el precedente de la época de la Administración Zapatero, acusan al socialismo de liberticida.
Como es sabido, un debate es una discusión, disputa o controversia. Supone exponer y rebatir con argumentos ideas políticas, religiosas, sociales, económicas, filosóficas, etc.. En nuestro país se conjugan dos grandes factores que nos pueden ayudar a explicar la carencia de un debate político de calidad. De esos problemas trata este artículo.
La autoridad es un atributo que el derecho otorga a una persona o varias para que mantengan una relación de superioridad sobre otras personas subordinadas. Por otro lado, existe la autoridad moral, es decir, la habilidad para ejercer un ascendiente sobre un grupo.
Conmocionados por lo que ha ocurrido en Italia, justo cien años después de otro hecho del mismo país que también nos conmociona desde la distancia temporal nos ponemos a buscar materiales en la Historia para encontrar referentes, para aportar materiales para la reflexión, con el fin de formular interpretaciones sobre este auge también en la Europa occidental de un nuevo fascismo, que tiene mucho de viejo, pero con novedades también.
Dos cuestiones nos vienen a la mente: ¿tiene sentido la Masonería hoy en día?, y si creemos que sí, ¿qué puede hacer en un mundo en crisis como el actual? Como siempre acudimos a los materiales del pasado, y de la mano de uno de los masones más destacados de la Historia de España, Augusto Barcia, que escribió un texto en el Boletín del Grande Oriente Español en septiembre de 1931 sobre la perennidad de la orden ante la crisis del mundo.
La presencia de la violencia en la política, en la sociedad, en nuestro mundo es constante, lamentablemente.
El origen del concepto de liderazgo político es anglosajón, es el “leadership”. El liderazgo político puede ser definido como la cualidad personal para ejercer influencia en un partido, favoreciendo la obediencia en un sistema dictatorial o el seguimiento en una organización democrática. Un líder se asienta sobre un consenso o acuerdo tácito en la formación política, pero que debe renovarse periódicamente, empleando distintos medios: actos de exaltación personal en partidos únicos o elecciones internas en las formaciones políticas democráticas. La cualidad del liderazgo surge o se adquiere por el carisma personal, determinante en las formaciones dictatoriales, pero también importante en las democráticas, aunque, en este caso interesarían más los mecanismos de elección o selección internas. Al respecto, convendría añadir que en nuestros principales partidos han avanzado en la elección democrática de sus líderes, a pesar de que se puede mejorar sustancialmente.
El liderazgo político va unido a una serie de atributos: facilidad para la oratoria, habida cuenta de la importancia de la comunicación en política, vitalidad, inteligencia, capacidad para tomar decisiones sin gran demora de tiempo y la cualidad de poder prever los imprevistos y las contingencias que aparecen en el juego político, algo que en los últimos tiempos casi se ha convertido en regla.
En los partidos políticos es importante el liderazgo porque sirve para aglutinar y fomentar la movilización de los militantes o afiliados. En los sistemas dictatoriales y totalitarios el líder es el jefe indiscutible del partido único y, por tanto, el dictador del régimen político, el que toma todas las decisiones y su figura se asocia al culto a la personalidad con todo tipo de alabanzas y difusión de virtudes reales o inventadas. En la historia contemporánea de España contamos con un ejemplo evidente de líder dictatorial con un intenso culto a su personalidad, aunque éste evolucionara en el tiempo para adaptarse a los cambios internos y externos que se produjeron, habida cuenta de la longevidad de su mandato.
En las democracias puede surgir un problema cuando los líderes tienden a concentrar poder y las organizaciones políticas a las que deben servir y representar, además de liderar, quedan relegadas a un segundo plano o son empleadas para sus promociones personales. Eso supone una merma de la calidad democrática, al primar las personalidades sobre los equipos y su participación o colaboración en la toma de decisiones. En el otro extremo, se corre el peligro de tener líderes de muy bajo perfil y carentes de algunas de los atributos descritos, por lo que algunas direcciones políticas se pueden resentir por falta de imaginación y coraje. Y teniendo en cuenta estas últimas observaciones, ¿cómo son nuestros líderes políticos?, ¿concentran mucho poder?, ¿tienen personalidades muy marcadas o son de bajo perfil, con las consecuencias que ambos casos acarrean?
Una de las pervivencias del franquismo tiene que ver con las tentaciones autoritarias que determinados personajes públicos y no tan públicos tienen en la vida social, económica y política de nuestro país. Tantos años de ejercicio autoritario del poder, de propaganda y de maniqueísmo han impregnado hasta la médula muchas conciencias y hábitos personales y sociales. Todavía hay ciertas ideas que flotan sobre que los problemas o ciertas situaciones se resuelven con "mano dura", y aún se oyen expresiones como "eso lo arreglaba yo con un par de bofetadas o metiéndoles en la cárcel a cadena perpetua o restaurando la pena de muerte", aplicadas a situaciones de lo más variopinto. Hay personas que piensan que la máxima eficacia está en que uno o unos tomen decisiones y los demás obedezcan, cuando no se dan cuenta, o no se quieren dar cuenta que las decisiones tomadas después de un buen debate de ideas, una votación democrática, o por consenso, o por amplias mayorías suelen ser más efectivas, sin negar que hay que respetar autoridades y ciertas jerarquías en el sistema político democrático, las empresas, asociaciones y grupos. La empatía, el diálogo, la confrontación de ideas y el respeto al contrincante político o en otros ámbitos no abundan mucho, y menos en tiempos de crisis. Es la tentación autoritaria frente a la legítima autoridad de un sistema democrático de convivencia donde, además, debe imperar la autoridad moral y un moderado ejercicio del monopolio de la fuerza.
Aunque siempre hemos procurado ser muy cautos con los paralelismos históricos porque las circunstancias siempre son cambiantes, sí queríamos hacer notar que estamos a punto de entrar en otoño, con una crisis económica en puertas y con sus correspondientes consecuencias sociales, que, a buen seguro, van a crear dificultades a la población, sobre todo a la más vulnerable, pero también a la que tiene más medios para vivir. Y ¿eso qué tiene que ver con la Historia? Pues porque estamos a cien años de otra grave crisis y de un acontecimiento que cambió la Historia de Italia, pero también de Europa y el mundo.