¿Reformistas o revolucionarios?: reflexionando con Ernest Paul Graber
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Hoy proponemos a los amables lectores un ejercicio sobre la dicotomía entre reformistas y revolucionarios de la mano de Ernest Paul Graber.
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Hoy proponemos a los amables lectores un ejercicio sobre la dicotomía entre reformistas y revolucionarios de la mano de Ernest Paul Graber.
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En distintos trabajos hemos estudiado la compleja relación entre el movimiento obrero y la Masonería. Nos hemos centrado, especialmente, en cómo desde el socialismo se consideraba que era imposible la fraternidad, principio masónico fundamental que debía reinar, porque solamente se contemplaba la fraternidad de clase (a lo sumo esa fraternidad masónica se podría dar en el momento en el que desaparecieran, precisamente, las clases).
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Entre los acuerdos tomados en la Asamblea General Extraordinaria del Grande Oriente Español, celebrada en Madrid en febrero de 1932, se recordaron los principios masónicos en el orden religioso, político y en el social, que traemos hoy en este artículo. El objetivo era encontrar raíces comunes con el fin de “unir las diferencias de nuestro pensar y nuestro sentir”, en relación con los masones.
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En la primavera de 1932 dos obispos se rebelaron, en cierta medida, contra la legislación secularizadora.
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En varias ocasiones nos hemos referido al infatigable trabajo municipal de Saborit, sin olvidar el parlamentario. En este caso acudimos a una iniciativa que creó, como teniente de alcalde del madrileño distrito de La Latina, en defensa de la escuela y de los alumnos, en la primavera de 1932.
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Continuamos aportando materiales para conocer la situación del trabajador agrícola español en los años veinte y treinta, así como sobre el trabajo del movimiento obrero de signo socialista para negociar y sacar adelante bases de trabajo en la época de la siega, donde más faena había y más contrataciones, favorables para los obreros.
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En El Obrero hemos estudiado de forma intensa a Jaurès, tanto como uno de los constructores de la unión socialista, harto complicada, en Francia, culminada con la fundación de la SFIO, como, sobre todo, como uno de los más importantes protagonistas en la Segunda Internacional contra la guerra, siendo víctima, precisamente, del fanatismo de los que defendían la misma en 1914. Hemos estudiado, además, cómo el socialismo europeo siempre tuvo al francés dentro de su memoria recordando su magisterio en cada aniversario de su asesinato y, en este sentido, el socialismo español se destacó con artículos en prensa y en actos de homenaje. En el suplemento dedicado en El Socialista a combatir la guerra en agosto de 1932 se incluyó una gran foto de Jaurès con un breve texto que, en estos momentos de guerra en Ucrania, deseamos recuperar para recordar a un personaje que dedicó su vida a combatir la guerra, y por ella, sin entrar en combate, la perdió.
El texto:
“Jaurès fue el primero y el mejor héroe que produjo guerra. Junto a él palidecen las hazañas de los héroes militares, que, cuando más, se alzaron contra 'os ejércitos "enemigos». Jaurès se alzó contra un mundo. Y fué vencido. Pero tuvo el valor de ir a la muerte defendiendo lo justicia. Los otros, los que pelearon en los campos de batalla, lo hicieron confundidos por las sombras que se apoderaron de sus cerebros. Jaurès, no. Jaurès combatió llena de luz su mente, aconsejado por la clarividencia. Se opuso a la guerra con los brazos en alto, como buscando una fuerza superior que detuviera a los hombres enfebrecidos por el error. Aquella fuerza no la tenía él, que ni siquiera pudo paralizar la mano casi adolescente de un loco. Fué Jaurès el primer muerto civil de la guerra. Era un gigante y le abatió un cualquiera, un Villain quien quiso matarle. La Libertad y la Paz necesitaban su héroe. Desde el asesinato de Jaurès, lo tienen. Ahora, que la figura bondadosa y humana de Jaurès contribuya a acaben los héroes de la guerra.”
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En el suplemento dedicado por El Socialista en el mes de agosto de 1932 a combatir la guerra, Gregorio Marañón colaboró con una reflexión, que nos atreveríamos a calificar de intensa, sobre los médicos y la guerra, y que reseñamos en este nuestro trabajo en El Obrero.