Entre el republicanismo y el socialismo hubo una clara disputa por el voto obrero entre el siglo XIX y el XX. Los republicanos consideraban que a través de la implantación de la República los trabajadores podrían alcanzar importantes mejoras. En concreto, el republicanismo federal se preocupó de establecer un programa social. En contra, el PSOE atacó toda esta concepción al considerar que los republicanos, a pesar de constituir formaciones políticas “avanzadas”, eran, ante todo, burgueses, por lo que no podían defender la causa obrera, según la concepción de la lucha de clases. Por eso, siempre defendieron que la única vía para luchar por la emancipación de los trabajadores pasaba por el partido obrero. Esta dicotomía siempre se mantuvo, aunque, bien es cierto, que se aminoraría en los momentos de acercamiento de ambas fuerzas políticas, como cuando se estableció la Conjunción Republicano-Socialista a raíz del terremoto político que supuso la Semana Trágica y la consiguiente represión de Maura, y cuando se puso en marcha la Segunda República. Pero, insistimos, los recelos siempre se mantuvieron.