El problema de la igualdad en la Revolución Francesa según Soboul
Siempre parece necesario y conveniente recurrir a los clásicos para refrescar y afianzar conceptos, y reflexionar sobre los procesos históricos. En este sentido, estos días he regresado a Albert Soboul sobre lo que nos explicó ya hace tiempo en una clásica obra sobre la Historia general del socialismo, dirigida por Jacques Droz, acerca del problema de la igualdad en la Revolución Francesa, que creemos puede ser sugerente recuperar en este periódico y en este momento cuando crece tanto la desigualdad.
Soboul explicaba las causas por las que la burguesía planteó el principio de la igualdad en el proceso revolucionario francés, al lado del de la libertad. Tendrían que ver con la resistencia de la nobleza a ceder o aceptar un compromiso, por lo que la burguesía tuvo que buscar el apoyo popular urbano para destruir el Antiguo Régimen. El desarrollo intenso de la contrarrevolución y la guerra declarada por las Monarquías absolutas europeas fueron factores en la misma línea.
De esa manera, en 1789 la igualdad se incorporó como principio, pero eso trajo un problema inmediato para la propia burguesía, ya que dicho principio podía tener un contenido social que no poseía la libertad. El dilema era claro: ¿se pretendía la igualdad teórica o ante la ley (civil) o la igualdad real, de condiciones económicas y sociales? La Asamblea Constituyente dejó muy claro que la igualdad tenía que ver con la primera de las alternativas porque, a continuación, reconoció la propiedad como un derecho fundamental. Este principio consagraba la desigualdad social, pero, además, se convertía en condición fundamental para poder participar en la res púbica, ya que, para poder votar, dado el carácter representativo del nuevo sistema político, pero también para poder ser votado, era necesario ser propietario, poseer un determinado nivel de renta, y eso solamente lo podían hacer los hombres (tampoco las mujeres) burgueses. La justificación ideológica para el establecimiento del sufragio censitario, que luego desarrollaría Benjamin Constant en un famoso texto, se basaba en que los asuntos públicos debían ser regidos por los que eran considerados como los mejores, los más instruidos, los que tenían una vida asegurada por la propiedad y, que, por lo tanto, podían dedicarse a las tareas de gobierno.
Si la igualdad iba a más, se destruiría el orden. El cambio revolucionario burgués tenía, en consecuencia, unos límites claros. La desigualdad ante la ley era considerada por la burguesía como algo sumamente injusto, y como una traba para el progreso, pero la igualdad real, la que cuestionaba el principio casi sagrado de la propiedad, era disolvente.
La obra citada dirigida por Jacques Droz fue publicada en España por Destinolibro en 1976, pero existen muchas ediciones posteriores. El trabajo citado de Soboul se encuentra en la primera parte, la que trata de los orígenes a 1875, “Utopía y revolución francesa”.