De nuevo, con Edmondo de Amicis y el socialismo
Regresamos a Edmondo de Amicis en las páginas de El Obrero a propósito de sus reflexiones sobre lo que era el socialismo en un texto traducido al castellano y publicado por El Socialista en el verano de 1922, con el fin de seguir profundizando en la obra de este escritor italiano universal, además de aportar materiales de los clásicos.
¿Qué pretendía el socialismo para el autor de Corazón?
El socialismo buscaba una sociedad en donde nadie se pudiera enriquecer con el trabajo ajeno, ni vivir sin trabajar, en la que trabajando todos, la labor no fuera excesiva para nadie, y que ese trabajo no fuera embrutecedor ni torturase a nadie, dando al obrero el tiempo necesario para el descanso y para cultivar su espíritu. Amicis está, como vemos, defendiendo la trilogía clásica del movimiento obrero socialista de ocho horas de trabajo, ocho de descanso, y ocho de ocio formativo.
Desea el socialismo que cesase algo que consideraba una necesidad fatal, y que no era otra que la de que para alimentar la fábrica se arrancase a las madres de los hijos, y los hijos de las casas y las escuelas, extenuando y corrompiendo a las mujeres y los niños, perpetuando la ignorancia. Sin lugar a dudas, Amicis compartía la idea paternalista de muchos socialistas en relación con el papel de la mujer en la familia y el trabajo, una cuestión que generó su intenso debate en el seno del socialismo, como bien sabemos.
Quiere el socialismo que cese la competencia desenfrenada que era fuente de “pasiones, angustias y ruina”, furia de adquirir, el terror por perder, la competición feroz de los hombres que se disputaban un palmo de tierra y los pedazos del pan. El socialismo, como vemos, no buscaba la competencia, sino principios de colaboración y fraternidad.
Pretende el socialismo que los hombres se pusiesen de acuerdo y se avinieran a la forma de una gran familia trabajadora, sin angustias ni desigualdades, donde el egoísmo estuviera contenido, los dolores mitigados y la desigualdad atenuada por el afecto recíproco y el sentimiento de intereses comunes, y donde fuera imposible el espectáculo del hambre y la desesperación al lado de la abundancia y el fausto; es decir, una forma poética de defender, de nuevo la fraternidad, y una sociedad sin clases.
Podemos consultar el texto original en el número 4201 de El Socialista, del mes de julio de 1922.
Sobre el escritor italiano podemos acudir a la Hemeroteca de El Obrero.