La visión de María de Lluria del desarme en 1930 en clave femenina
Dinamarca vivió durante el período de entreguerras, y por iniciativa socialista, un debate interno sobre el desarme, seguramente el más interesante de toda Europa. No se llegó al desarme total, pero sí a una disminución importante del presupuesto militar. En este contexto, María de Lluria reflexionó en las páginas de El Socialista, en febrero de 1930 sobre del desarme a propósito del ejemplo danés.
María de Lluria apreciaba las noticias que llegaban de Dinamarca, no sólo porque concordaban con sus ideas, sino también por la sinceridad, en su opinión, que se desprendía de lo que se estaba conociendo. Pensaba que si todos los pueblos que estaban reunidos en la Conferencia de Desarme Naval estuvieran animados del mismo espíritu que el danés el desarme sería un hecho. Debemos recordar, por nuestra parte, que en Londres se estaba una Conferencia Naval, inaugurada el 21 de enero, y que duró hasta el 22 de abril, y que reunió al Reino Unido, Estados Unidos, Japón, Francia e Italia para tratar de regular la guerra submarina y la limitación de la construcción de nuevos barcos de guerra. Su resultado fue la firma del Tratado de Londres (22 de abril). Pero María de Lluria no era muy optimista porque si de la sinceridad de los daneses no se podía dudar, del espíritu de los delegados de la Conferencia tampoco dudaba, pero de todo lo contrario. La Conferencia se podía quedar en simples palabras. Los submarinos eran armas muy peligrosas, como lo habrían demostrado en la Gran Guerra. Pero, además, se preguntaba sobre la importancia que tendría para una madre que los barcos fueran dreadnougths o submarinos. Mientras los barcos fueran de guerra, todas las demás consideraciones parecían ociosas.
Los daneses no sólo habían suprimido oficialmente su milicia, apuntaba, sino que, con gran conocimiento del ser humano, habían prohibido las milicias privadas. Pero, además, para prevenir el militarismo habían abierto una campaña para desterrar el comercio de juguetes bélicos. El niño que jugaba a la guerra estaba fomentando un espíritu guerrero.
Y sus reflexiones sobre el desarme terminaban en clave femenina. Para María de Lluria las mujeres de antaño poseían temperamento guerrero, aquellas que mandaban a sus hijos al combate, pero la mujer moderna, que era capaz de empuñar por sí misma un arma para defenderse era, en cambio, y psicológicamente, menos bélica que las damas de antaño bordando divisas y presidiendo torneos. Aquellas mujeres de antaño aceptaban la guerra desde el momento que consideraban al guerrero como el hombre más apto para ser amado, frente al hombre sedentario, de ciencia, etc. No conocían más seducción que la fuerza.
Así pues, había que seguir el ejemplo de Dinamarca. La mujer danesa llevaba muchos años preparando el espíritu de la nación. La mujer, por lo tanto, tenía una gran influencia porque era la primera educadora.
Hemos consultado el número 6553 de El Socialista, de 8 de febrero de 1930. Sobre María de Lluria este autor ha publicado distintos trabajos en El Obrero.
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