Ideologías tradicionalistas en la Restauración
En la época de la Restauración, vencido definitivamente Napoleón, se impuso un conjunto de ideas basado en los principios de la tradición, es decir, la historia, y la autoridad simbolizada y ejercida por la unión entre Monarquía e Iglesia, o dicho de otra manera, Altar y Trono. Estos principios se enfrentaban a los que había introducido la Ilustración y desarrollado la Revolución francesa, es decir, el cambio, el triunfo de la voluntad humana, la libertad y la razón. En la Restauración estas ideas ilustradas y liberales fueron consideradas como destructoras del orden social, al favorecer el individualismo y la competencia, así de la alianza entre el Altar y el Trono.
La Monarquía absoluta fue restaurada en Europa, pero, en algunos lugares, como en la propia Francia, se tuvo que buscar una especie de solución de compromiso entre el viejo orden y el nuevo, a través de lo que se conoce como el régimen de Carta Otorgada. Varios decenios de Revolución no se podían borrar de un plumazo.
Así pues, la Monarquía fue restaurada en la persona de Luis XVIII, que concedió a sus súbditos una Carta Otorgada en 1814, es decir una Ley fundamental concedida por un monarca que, voluntariamente, limitaba sus poderes. No era, estrictamente, una Constitución porque no surgía de una asamblea más o menos representativa y era una concesión graciosa del titular de la soberanía, pero limitaba el poder de dicho titular, por lo que no estaríamos tampoco ante una Monarquía plenamente absoluta.
Los tres principales teóricos de la Restauración fueron Joseph de Maistre, el vizconde de Bonald y Von Haller.
Joseph de Maistre fue un teórico político y servidor de la administración del Reino de Saboya, que planteó en su obra Consideraciones sobre Francia (1797), escrita en Suiza al tener que exiliarse por la ocupación francesa de Saboya, una visión profundamente crítica de la Revolución Francesa. De Maistre partía de una concepción providencialista de la historia. Los hombres se encontraban ligados a Dios, pero a los que no sojuzgaba. Los hombres podían actuar libremente, aunque bajo la mano divina. Serían “libremente esclavos”, es decir, que actuaban de forma voluntaria, pero sin poder perturbar los planes generales establecidos por Dios. Así pues, la Revolución Francesa sería un designio de la Providencia. No eran los hombres los que dirigían la Revolución, sino que ésta los dirigía y utilizaba por voluntad divina. El fin de la Providencia era castigar a Francia. Los franceses eran un pueblo elegido que tenía una misión que cumplir y al desviarse de ese camino la ira divina había recaído sobre el mismo.
Esa desviación habría tenido, siempre según De Maistre, un precedente en la historia en la Reforma protestante al haber desviado a sus seguidores de la verdad original. Pero sería la Ilustración la causa inmediata que había desencadenado la Revolución, ya que era una filosofía subversiva, que había alejado al pueblo de la religión y contra las que el autor consideraba las “leyes fundamentales del Estado”. Pues bien, como hemos señalado, el castigo por el camino emprendido por los franceses era la Revolución. Dios empleaba, según De Maistre, “los instrumentos más viles”, pero obraba así porque castigaba para regenerar. De esta forma Francia regresaría al orden con el retorno a la senda correcta de la religión y con la restauración de los Borbones. Posteriormente, nuestro autor publicó Sobre el Papa (1819), obra en la que se establecía la importancia del papel del Papado en la lucha contra la supuesta decadencia histórica de la humanidad. Maistre defendía, pues, la vuelta al orden, a esa tan repetida alianza del Altar con el Trono.
Por su parte, Louis de Bonald pasó de aceptar la Revolución a convertirse en un feroz crítico de la misma. El desencadenante de su cambio de postura fue el momento en el que se tomaron las medidas revolucionarias contra el clero francés. En 1791 dimitió de su cargo y emigró a Heidelberg, donde se encontraba el ejército del príncipe de Condé. Allí escribió su primera obra, Teoría del poder político religioso (1796), donde pretendía demostrar que el hombre no puede dar una constitución a la sociedad religiosa o política. Al año siguiente, regresó clandestinamente a Francia donde comenzó a colaborar en el Mercure de France. En 1800 publicó el Ensayo analítico sobre las leyes naturales del orden social y, al año siguiente, una obra donde condenaba el divorcio. Napoleón le ofreció reeditar su primera obra si retiraba el nombre del rey de la misma, pero Bonald se negó. La Restauración de los Borbones fue su mejor época. Fue nombrado caballero de San Luis, elegido diputado y consiguió que saliera adelante una ley que prohibía el divorcio. También fue miembro de la Academia Francesa. Bonald estaba, pues, claramente identificado con la época de la Restauración. Para el autor el poder era de origen divino y la Monarquía era anterior a la propia sociedad.
Por fin, el suizo Von Haller fue un intenso defensor de la más pura reacción política con duras expresiones acerca de la Revolución, al considerarla como una hidra, además de proclamar una verdadera guerra santa contra los liberales. A partir de 1816 publicó una obra en volúmenes, titulada, Restauración de las ciencias del Estado. Estos pensadores condensarían un pensamiento apegado a la época de la Restauración, aunque algunos de sus planteamientos pudieran informar a partir de entonces las posturas de las ideologías reaccionarias y tradicionalistas de los siglos XIX y XX.