Barcelona padeció una gravísima epidemia de tifus en el otoño de 1914. En la capital catalana el tifus siempre estuvo presente, pero lo que era endémico se convirtió en una epidemia terrible en aquel momento en el que todo el mundo comentaba la suerte de la Gran Guerra recién comenzada, para dejar de hacerlo ante el altísimo número de víctimas de la enfermedad. La ciudad padecía graves deficiencias higiénicas, estaba llena de basura, y se criaban todo tipo de animales conviviendo con la población. Pero el principal problema era el del agua. La mayor parte de la población debía acudir a las fuentes, o a los baños públicos para el aseo personal, y a los lavaderos para lavar la ropa. Pero, además, las instalaciones de suministros eran muy antiguas, de la propia época romana. Para intentar solventar este problema estaría el proyecto de canalización del canal de Montcada hasta el Raval en 1825. En el siglo XX, los problemas no se habían solucionado, ni mucho menos. En el momento del estallido de la epidemia competían por el suministro del agua la SGAB, es decir, la Societat General d’Aigües de Barcelona, de capital belga, con la empresa municipal Aguas de Montcada.