Sobre la honradez retributiva: reflexionando con Enrique de Francisco
En nuestras investigaciones sobre la historia del movimiento obrero de signo socialista hemos encontrado un ejercicio pedagógico sobre la plusvalía, en agosto de 1929, de la mano de Enrique de Francisco, que llegó a ser miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, diputado, y que desempeñó importantes responsabilidades en la dirección del Partido en el exilio. Aunque pueda parecer un ejercicio muy sencillo, creemos que es sugerente. A veces, lo más sencillo es lo mejor, lo que más se acerca a la realidad.
De Francisco ponía como ejemplo de honradez el caso de un niño que encontraba en la calle un billete de mil pesetas, desconociendo su valor, y lo entregaba a su padre, un jornalero, guardia civil retirado, que lo ponía en manos de la autoridad. Se trataría de un acto de honradez y que hacía brotar el elogio de los vecinos. Ergo: todos convenían en que era honrado aquel que solo hacía uso de lo que le pertenecía, y no era honrado el que se apropiaba de lo que pertenecía a otros. ¿Estaríamos conformes?
Ante el taller, la fábrica o la mina, en una palabra, ante el centro de trabajo porque nos da igual que estemos ante un trabajo de tipo manual como intelectual, se presentan los trabajadores, portadores de su fuerza de trabajo, y que es exclusivamente suya. Esos trabajadores son contratados y al terminar su jornada han rendido por un esfuerzo cuyo valor, pongamos, sería equivalente, y siguiendo a De Francisco, a diez.
Seguimos con el razonamiento de nuestro protagonista. Si la fuerza de trabajo es de ellos, y su equivalente es diez, sin lugar a dudas también es suyo ese valor, pero el dueño del taller, fábrica o mina, es decir, el empresario entregaba a cambio de ese trabajo una cantidad que no es más que una parte del valor de diez, quedándose con el resto.
Esos empresarios son considerados por la sociedad como honrados. Pero ¿no habría una contradicción en relación con el niño y el padre del billete de mil pesetas? Entonces, ¿cuál sería el verdadero concepto de honradez?, se preguntaba nuestro protagonista. Es más, ¿por qué se consideraba como honradas a personas que se comportaban de forma tan distinta?
La respuesta tenía que ver, como no podía ser de otra forma, con el sistema económico imperante, el capitalista.
De Francisco decía que para los socialistas, que consideraban el derecho como encarnación de los principios puros de justicia, tan falto de honradez se hallaba el que se apropiaba de un objeto hallado casualmente como el que se apropiaba del trabajo ajeno. Toda apropiación indebida sería una usurpación y un robo, aunque estos términos escandalizaran a los “honorables explotadores”.
Por nuestra parte, quizás no queramos ir tan lejos, pero a la vista de cómo son los salarios en nuestro país seguramente podamos afirmar que no hay mucha honradez retributiva. De nuevo un material del pasado, con todas las salvedades que se quiera, nos recuerda algunas cosas que siguen siendo importantes, porque estarán de acuerdo con nosotros en que la cuestión salarial es vital.