Intelectuales y socialismo: reflexionando con Jaime Vera
Durante mucho tiempo fue un tema de intenso debate en el seno del socialismo español el que tenía que ver con el papel de los intelectuales en el mismo. En esas discusiones participó Jaime Vera, el intelectual por antonomasia del Partido Socialista en sus inicios. No pretendemos en este artículo de opinión tratar de esta cuestión más propia de las secciones de Historalia o Textos Obreros de este periódico de El Obrero. Buscamos otra cosa, queremos reflexionar sobre el papel del pensamiento, de las ideas, de los intelectuales en relación con la izquierda en el momento actual. Emplear este método histórico al que nos estamos acostumbrando es, creemos, siempre sugerente, siempre nos aporta materiales para reflexionar, porque, además, en nuestro país no prestamos mucha atención a personajes históricos que pueden ser referentes. En la izquierda conviene hacer, a nuestro juicio, más ejercicios de este tipo.
Para Vera los intelectuales, los “obreros del trabajo intelectual” tenían deberes que cumplir en la tarea de la emancipación, del compromiso diríamos nosotros ahora.
La tesis de Vera partía de la concepción del socialismo como pensamiento y acción. Los obreros manuales y los intelectuales debían confraternizar para que las ideas no se perdiesen en vaguedades, pero también para que la acción no se extraviase con la pasión o el error.
El mundo se regía por ideas, pero las ideas no surgían por generación espontánea en la mente sino por influencia del exterior, por lo que la acción, siempre según nuestro protagonista, engendraba las ideas, que a su vez dirigían y regulaban la acción. Llevando este razonamiento a nuestro presente podemos decir que el compromiso surgiría por la observación de la realidad, conformando el pensamiento y la ideología que debe transformar la realidad. Eso sería socialismo.
La protesta por la injusticia no llevaría a la emancipación del obrero. Para ello existía el socialismo frente a la explotación del hombre por el hombre. Bien es cierto, decía Vera, que siempre había existido, pero no era suficiente hasta que surgió el socialismo científico. El mismo hacía un análisis o estudio de la realidad exterior para formular la alternativa. Ese análisis lo harían los obreros del trabajo intelectual. Y la referencia a Marx era obligada, demostrando a la clase trabajadora la realidad económica, y suministrando la base para sus reivindicaciones.
De igual modo que en la generación del socialismo militante había concurrido pensamiento y acción, doctrina socialista y organización obrera, así en el desarrollo posterior y en el futuro, la acción y el pensamiento debían seguir marchando de forma mancomunada.
La segunda parte del escrito de Vera tiene, quizás, más interés desde una lectura actual porque ya no se trataba de demostrar a los trabajadores la importancia del intelectual en el compromiso socialista, sino que era una llamada de atención a los intelectuales verdaderamente amantes del progreso humano para que, precisamente, se comprometiesen, conociendo y mezclándose con lo que hacían los trabajadores en su lucha. Es evidente que Vera estaba escribiendo en una España en la que había que animar a muchos intelectuales, verdaderamente inquietos, para que participasen en la tarea que tenía en marcha el socialismo. Pero podemos hacer una lectura actual salvando las distancias temporales. ¿No faltan intelectuales comprometidos con la causa, ya no estrictamente socialista, sino de izquierdas en nuestro país?, ¿se puede ser inquieto desde las letras y el pensamiento y no mojarse en el compromiso concreto?, ¿se puede seguir en torres de marfil?, ¿no estamos en un momento de fuerte rearme ideológico y de acción de las derechas para quedarnos en nuestros gabinetes? Al doctor Vera no le hubiera gustado en absoluto.
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