En estos tiempos de debate sobre la derogación, reforma o mantenimiento de la reforma laboral, queremos reflexionar con uno de los padres del socialismo italiano, Filippo Turati. Emplear en la sección de opinión materiales del pasado nos permite ver las cosas con cierta perspectiva, además de ser muy sugerentes. Es un método al que nos estamos aficionando porque nos permite entender muchas cosas y para encontrar inspiraciones.
Turati tiene un artículo, no muy largo, titulado “El derecho”, que los socialistas españoles publicaron en castellano en Vida Socialista en agosto de 1910.
En dicho texto hablaba del despido, de cómo el patrono que despedía a un trabajador no cometía delito alguno, es decir, no violaba la ley. Era la lógica, apuntamos nosotros, del más puro liberalismo económico, de la libre contratación, del libre despido. Es más, Turati nos cuenta que la sociedad ni siquiera le exigía al patrono que expusiera sus razones “para quitarle el pan á un hombre que tanto ha trabajado para él”. Podría despedir hasta por capricho. A lo sumo podría encontrar algún reproche de tipo sentimental por compasión por el trabajador, o porque el capricho del patrono pueda dirigirse en otra ocasión contra otros objetivos. En todo caso, el obrero era la parte débil.
Pero Turati exponía que se estaba comenzando a poner límites al derecho del despido, y éstos aparecían en proporción a la fuerza creciente de los trabajadores (estamos en 1910), que se iban haciendo solidarios entre sí. Ese derecho a despedir desaparecería el día en que los obreros fueran los más fuertes.
En ese momento aparecerían las leyes reguladoras y prohibitivas, y el despido podría llegar a ser considerado un delito.
No cabe duda que, en gran parte, esa fue la evolución a partir de entonces, hasta el regreso del más puro liberalismo económico en su versión neoliberal, con las denominadas “reformas” laborales, un término cuyo uso, por otro lado, nos produce disgusto desde posiciones en las que siempre hemos creído que el reformismo debía ser sinónimo de progreso, ya que creemos que despedir libremente no entra en esta categoría. Despedir llegó a ser delito, como sabemos, en aquellos casos en los que no estaba justificado según marcaba la ley, en los que era improcedente, pero estas “reformas” han permito volver al momento en el que escribía Turati.
Es el momento de recuperar la fuerza para impedirlo.