La dimensión social de la alimentación en Pla i Armengol (1920)
El leridano Pla i Armengol (1880-1956) fue uno de los principales médicos que tuvo el socialismo español. Fue un experto en bacteriología, y en la propia lucha contra la tuberculosis, ya que fue uno de los fundadores del Patronato de Cataluña para la lucha contra esta grave enfermedad en 1903.
Ingresó en la Agrupación Socialista de Barcelona en 1917. Fue presidente de la Federación Catalana del PSOE entre 1931 y 1932, y estuvo en las negociaciones sobre la fusión entre el PSOE y la Unió Socialista de Catalunya que, como bien sabemos, fracasó. Pla y Armengol optaría por la USC. Por otro lado, se hizo cargo de la hipoteca de la Casa del Pueblo de Barcelona después de la Revolución de octubre, consiguiendo que se reinaugurara en abril de 1936. En febrero de ese año fue elegido diputado por Barcelona representando a la Esquerra Republicana en el Front d’Esquerres, la versión catalana del Frente Popular. En la guerra estuvo en el PSUC, para luego exiliarse en Bélgica y Francia, y pasar a México donde fundó la Bolsa del Médico Catalán. Estuvo en la Cruz Roja republicana en 1947 en París, regresando a Barcelona, donde falleció.
En este medio de El Obrero ya hemos estudiado la conferencia que impartió en la madrileña Casa del Pueblo sobre la tuberculosis en la primavera de 1926. Pues bien, en esta nueva entrega que realizamos sobre su dimensión social nos acercamos a su teoría sobre la cuestión social de la alimentación, desde un marcado acento pedagógico, y vinculando el asunto al capitalismo desde una perspectiva nítidamente socialista, en un artículo que publicó en mayo de 1920 en El Socialista.
La satisfacción de las necesidades materiales de la vida era un factor clave para nuestro médico catalán a la hora de entender el progreso de los pueblos. Y la más elemental de las funciones vitales era, lógicamente, la nutrición, la alimentación.
La falta de la misma generaba deplorables resultados porque conducían a la muerte con bastante rapidez. En todo caso, consideraba que estos casos eran raros, pero no tanto otros. Lo que abundaba, desgraciadamente, en todos los países, constituyendo una cuestión social muy importante, era la insuficiencia alimenticia relativa, la que no producía la muerte a corto plazo, pero cuyos efectos sobre el individuo y sobre el “organismo social”, aunque a largo plazo, eran intensos y fatales.
En primer lugar, el hombre que recibía una alimentación insuficiente procuraba limitar su gasto de energía, disminuyendo sus funciones a lo indispensable para vivir. Esto daba por resultado una “vida inferior” que, tanto para los individuos como para las sociedades, a través de las generaciones, determinaba la aparición de graves trastornos.
La alimentación insuficiente determinaba, además, una disminución notable de la resistencia individual a los “agentes morbosos” exteriores. Por eso los pueblos mal alimentados eran presa fácil de las enfermedades infecciosas, sufrirían más mortalidad infantil y tuberculosis, la enfermedad que traía de cabeza en aquella época, como bien sabemos. En este sentido, recordaba que el doctor Chicote había afirmado que la mala alimentación era la causa principal de la alta mortalidad por tuberculosis en Madrid. En este sentido, nos parece conveniente recordar que César Chicote y del Riego fue doctor en Farmacia, y llegó a ser jefe del Laboratorio Químico Municipal de San Sebastián y del Laboratorio Municipal de Madrid, además de desarrollar una intensa labor en los servicios sanitarios de la capital, siendo una de las personas que más supo en su momento sobre las condiciones higiénicas y sanitarias de la capital de España.
La mala alimentación persistente tendría, en opinión de Pla, otras consecuencias claras en los pueblos, como, por ejemplo, la baja talla, como se comprobaba en España entre los reclutas. También se observaba en la cuestión de los accidentes laborales, ya que eran más frecuentes entre los obreros peor alimentados. Es más, aludía a las conclusiones del primer Congreso de Higiene de Cataluña en las que se afirmaba que había más accidentes de trabajo en el segundo cuarto de la jornada laboral (antes del establecimiento de la jornada de ocho horas), que era el que iba desde el desayuno hasta la comida del mediodía, achacándose a la frugalidad del primero y a la larga duración de ese período de tiempo, de entre cinco y seis horas de trabajo, estando el trabajador agotado.
La alimentación insuficiente determinaría también, siempre según Pla, la “perversión y disminución de la sensibilidad moral y de la actividad psíquica”.
Como resultado de lo que exponía, el médico leridano defendía que la alimentación era una cuestión de gran trascendencia social, siendo misión primordial del Estado procurar que todos pudieran acceder a una alimentación suficiente.
El problema era que siendo una cuestión tan elemental ningún Estado capitalista lo había procurado hasta el momento, siendo una prueba de la falta de “sentido humano” que había presidido la organización de la producción. Por esa razón era complicado solucionar el problema mientras no se sustituyese la organización social capitalista, porque estaba establecida sobre bases económicas injustas, inmorales, antihumanas, y basadas en la explotación.
Pla i Armengol admitía que probablemente no se producía en el mundo, ni tan siquiera antes de la Gran Guerra, todo lo necesario para que todos se pudieran alimentar. La llegada de arroz o de trigo de otros países, como la India, no significaba ni mucho menos, que allí sobrasen os alimentos y que, en consecuencia, exportasen los excedentes. Se producía para exportar mientras se pasaba hambre en los países productores. En el capitalismo se producía no para satisfacer necesidades, sino para el lucro, para generar beneficios, para aumentar, en fin, el capital. Y, de ese modo, se cumplía el “carácter distintivo” de la producción capitalista: el que producía era el que menos disfrutaba de la producción.
Pla afirmaba que en la Rusia de los Soviets las cosas habían cambiado en relación con la tradicional exportación de trigo para Occidente. Ahora se exportaba mucho menos porque ese trigo se destinaba a alimentar a la población rusa. Era la primera vez, afirmaba, que un gobierno consideraba el alimento como alimento, no como una mercancía.
Hemos trabajado con el número 3526 de El Socialista, de 31 de mayo de 1920. En el Diccionario Biográfico del Socialismo Español podremos ampliar nuestro conocimiento sobre Pla y Armengol, así como en la Hemeroteca de El Obrero.