Anatole France ante los fabianos en 1913
El escritor francés Anatole France (1844-1924), que sería galardonado con el Nobel en 1921, fue un intelectual muy comprometido. France apoyó a Zola en el caso Dreyfus, y siempre abogó por el laicismo en Francia, los derechos sindicales y contra los presidios militares. Colaboró en L’Humanité, condenó el Tratado de Versalles, y estuvo cerca de la SFIO, y después del comunismo, aunque terminaría siendo crítico con el mismo.
Pues bien, en diciembre de 1913 el escritor estuvo en Londres y visitó a la Sociedad Fabiana, donde pronunció un discurso, que reseñamos en el presente artículo, y que en Francia fue publicado en L’Humanité y en España a través de El Socialista.
Anatole France elogió la filosofía política defendida por la Sociedad Fabiana, condensada en su propio nombre. Al igual que Quintus Fabio Masimo (Cunctator, “el que retrasa”), que había sido el escudo protector de Roma, los fabianos eran el escudo del socialismo. Detrás de los mismos avanzaban otros sin cesar. Pero el socialismo internacional vencería no por el escudo ni por la espada, sino por la paciencia y una infatigable acción, la virtud de los fabianos.
Para el francés la mejor definición de socialismo había sido realizada por el escritor británico Wells en un folleto publicado por la propia Sociedad titulado “Esta miseria de los zapatos”. A la pregunta formulada por Wells, “¿es posible el socialismo?”, France respondía con él que no pretendía ser imparcial en la materia y discutir como si su opinión no estuviese bien definida, acerca de la cuestión de averiguar si el mundo sería mejor. En ese sentido, se planteaba la suposición de que fuera posible abolir la propiedad privada de la tierra y de muchas cosas de utilidad general. France no abrigaba duda alguna. Creía que la propiedad de las cosas no era más necesaria e inevitable que la propia propiedad privada de los demás o de los puentes y las carreteras. La idea de que una cosa puede ser reclamada como propiedad privada pertenecería a las primeras edades de la Humanidad, y eso no sólo era una “monstruosa injusticia” sino un inconveniente más monstruoso todavía.
France explicó, a continuación, que era socialista porque el socialismo era la justicia, porque era la verdad, y que nacería del salariado como el salariado había nacido de la servidumbre. Citó a Bernard Shaw al afirmar que la esclavitud presente había alcanzado su punto culminante bajo la forma de trabajo libremente asalariado. Por eso había que marchar a otras formas, hacia el colectivismo. Pero también era socialista por una razón más particular, “por gusto”. Afirmó que todos tenían sus debilidades. Así pues, era socialista porque siéndolo le injuriaban los “idiotas, los holgazanes y los ignorantes”. Ponía como ejemplo a Jaurès, “el más elocuente de nuestros oradores”, puesto en pie frente a los artículos periodísticos donde se le injuriaba. En eso, opinaba, se reconocía la fuerza y la bondad de una doctrina.
Y, por fin, era socialista porque en ese tiempo había que pronunciarse en pro o en contra del socialismo. Era imposible mantenerse indiferente porque había dos enemigos: el capitalismo y la guerra. Solamente el socialismo, organizado internacionalmente, era capaz de entorpecer los planes de los “partidos belicosos”. La conferencia incidió mucho en este aspecto del militarismo, habida cuenta de la época en la que nos encontramos, finalizando el año previo al estallido de la Gran Guerra, y con los conflictos balcánicos, sin olvidar la casi sempiterna Guerra de Marruecos. France hizo distintas alusiones sobre el restablecimiento del servicio militar en su país. Acusó a quienes fomentaban ese militarismo en su país porque no sólo podía conducir al desastre sino porque también se hacía para militarizar el país con el fin de poder controlarlo mejor. Su conferencia terminó insistiendo que el único valladar contra la guerra era el socialismo:
“La unión de los trabajadores será la paz del mundo”.
Hemos trabajado con el número 1668 de El Socialista, de diciembre de 1913.
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