Jennie Laurel Adamson (1882-1962) contra la miseria y la guerra en 1929
Las laboristas británicas celebraban sus propios Congreso, como ya hemos estudiado en algún artículo. El de la primavera de 1929 en vísperas de unas elecciones decisivas por el triunfo del Partido Laborista, tuvo lugar el Congreso Nacional de Mujeres Laboristas en la localidad de Buxton. El discurso inaugural estuvo a cargo de Jennie Laurel Adamson (1882-1962), figura capital del laborismo británico.
Adamson fue esposa de William Murdoch Adamson, diputado laborista por Cannock, pero ella misma desarrolló su propia carrera política. Entre 1928 y 1931 fue miembro del Consejo del Condado de Londres, y perteneció al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Laborista, llegando a presidirlo entre 1935 y 1936. En 1938 entró en el Parlamento, en el que ya estaba su esposo, dándose el caso de ser el único matrimonio en los Comunes.
El discurso del Congreso de Buxton tenía que girar, lógicamente, sobre las elecciones próximas en las que, además, por vez primera podrían votar en plano de igualdad las mujeres y los hombres. Adamson consideraba que las mujeres podían sentir su influencia como nunca.
Establecida esta importancia la destacada laborista quería recordar que muchas familias obreras padecían necesidad y la lucha para poner fin a dicho estado se intensificaba en los hogares de la mayoría del pueblo.
Adamson explicaba que las industrias básicas del país atravesaban una gran depresión (recordemos que aún no había llegado el crack otoñal del 29). El paro y la pobreza iban, por consiguiente, aumentando, llegando a hacerse llamamientos a la caridad pública para vestir y alimentar a los más necesitados.
Acusaba al Gobierno de haber inducido a los empresarios a reducir los salarios y de haber dictado leyes aumentando la jornada laboral, además de reducir las ayudas por el paro, y había negado a los exsoldados y a sus familias ayudas. En este sentido, atacó al ministro de Higiene, Neville Chamberlain, porque había sido desconsiderado con los que habían servido en la Gran Guerra. Lo consideraba, nada más y nada menos, como un “Mussolini”, al rebajar la provisión de leche para las futuras madres. Pero también le tocaba algo a Churchill porque explicaba que había aumentado la carga de las amas de casa mediante impuestos adicionales sobre las necesidades de la vida, como una especie de moderno “Dick Turpin”, al hacer “incursiones en los seguros sociales”.
Así pues, calificó al gobierno conservador como un gobierno de clase, y que solamente miraba para sus amigos. Pero los resultados de las últimas elecciones parciales habían demostrado que el pueblo estaba cansado de los conservadores y que el laborismo era la única alternativa, pero Lloyd George, “con falaces promesas”, estaba intentando volver a actuar en la política británica. Debemos recordar que el político liberal regresó en las elecciones de 1929, terminando por apoyar a Ramsay MacDonald. En todo caso, Adamson arremetió contra él aludiendo a que el pueblo no olvidaría sus promesas de 1918, preguntándose por qué no había probado sus planes para remediar el paro cuando era jefe del gobierno y había casi dos millones de parados.
Adamson consideró que la nación podía hallar un mejor uso del dinero que emplearlo en gastos militares, considerados inútiles. Había que gastar menos en guerra porque suponía invertir en la destrucción de la vida humana, y gastar más en lo esencial para salvaguardar la vida. Apeló, como solía ser habitual en el seno del socialismo y el laborismo, a la condición femenina como más sensible hacia los males de la miseria y, sobre todo, hacia los horrores de la guerra.
La pobreza y la guerra serían, siempre según su opinión, los “males gemelos del capitalismo”. No se podía abolir uno sin abolir el otro. Votar por los liberales era como votar por los conservadores, pues consideraba que no había diferencia entre ellos, porque ambos defendían el sistema social vigente donde se amasaban grandes fortunas privadas a costa de los trabajadores. Por eso llamaba a la acción a las “mujeres del movimiento obrero” para ir desde el Congreso a la lucha por la abolición de la miseria y de la guerra. Luego cuando el laborismo forme gobierno se sentarían las bases de un nuevo orden social.
Hemos consultado la crónica de este acto en El Socialista, número 6313 de 4 de mayo de 1929.