Sobre la filantropía y la solidaridad, reflexionando con María Cambrils
De forma periódica se nos informa que personajes con inmenso poder económico hacen donaciones a distintas causas, o fundan instituciones en favor del estudio, del arte, de la ciencia, contra enfermedades o en beneficio de personas desfavorecidas. Suelen ser noticias muy valoradas, dándoles mucha publicidad. Estaríamos hablando de la filantropía, un ejercicio muy común en el mundo anglosajón, aunque no tanto en el nuestro.
Pues bien, sobre esta cuestión y su relación con la solidaridad queríamos reflexionar en esta sección de opinión de la mano de la feminista y socialista María Cambrils, que a principios de agosto de 1924 publicó una columna en El Socialista, titulada, “Origen de la filantropía”.
Cambrils creía que la filantropía era el desprendimiento generoso de personas con sentimientos y con una bondad congénita. Pero, al parecer, no era así, y había salido del “error” en que se encontraba, por lo que escribía su artículo. Filantropía se consideraba como una modalidad de apoyo mutuo, un sentimiento caritativo que impulsaba a practicar la solidaridad con el necesitado. Cambrils estaba de acuerdo en identificar filantropía con caridad, pero no se podía confundir con la solidaridad.
La filantropía solía ser en casi todos los casos un motivo de vanagloria para quien ayudaba a los necesitados, y de “enaltecimiento del falso principio de la caridad”, y se ofrecía como un modelo de desinterés. Pero, en realidad, había mucho de vanidad en personas que se desprendían de “una pequeña dádiva”, en medio de la adulación. Nosotros nos preguntamos, ¿estaba muy alejada de la realidad María Cambrils?, ¿no pasa esto hoy en día y como un fenómeno aún más magnificado porque podemos conocer hasta el más lejano acto de filantropía a través de la red? Seguimos.
Ser filántropo, para Cambrils, en un mundo lleno de miserias humanas (¿está libre el mundo actual de las miserias de 1924?) era ser un “prodigador de mercedes” con derecho a que se reconociese su generosidad. Al final, lo que pasaba era que se enaltecía al donante y se rebajaba al favorecido, en una suerte de humillación por el socorro concedido en unas circunstancias que no se deberían producir pero que se producían, y se producen, precisamente, por “la falta de amor al prójimo”.
La filantropía surgiría por un falso concepto ancestral de la superioridad y la inferioridad, que se había reconocido en el terreno de la economía o de las apropiaciones. La solidaridad era otra cosa, practicada como un deber con todo semejante necesitado. Cambrils explicaba que había existido una solidaridad primitiva antes de que apareciera la propiedad, siendo socorro y no limosna, apoyo mutuo frente al egoísmo y la vanidad posteriores. En el momento en que apareció la propiedad, surgieron los necesitados, y con ellos los filántropos, es decir, primero se produjeron los pobres para luego poder darse la satisfacción de socorrerlos. Dejamos aquí estas reflexiones de hace casi cien años. A lo mejor, podemos hacer alguna lectura actual. ¿Preferimos un mundo con filántropos o un poco más de justicia, un mundo con desigualdades decrecientes?