Una visión socialista de la “gauche divine”

Historia

En este artículo estudiamos una visión desde el socialismo de la “gauche divine” en marzo de 1974 (nº 18) desde las páginas de El Socialista. Será una visión muy crítica con la misma, pero que postulaba la necesidad de que se tuviera en cuenta.

 

En primer lugar, recordemos que la “gauche divine” (la “izquierda divina”) fue un grupo de intelectuales, escritores profesionales y artistas de la Barcelona del tardofranquismo, en el seno de la burguesía catalana, defensora de un modo de vida liberal y moderno. Algunos de sus miembros fueron y son personajes muy destacados de todos los ámbitos de la cultura catalana y española. En todo caso, el artículo publicado en el periódico socialista no parecía referirse concretamente al grupo de Barcelona, ya que aludía a “habitantes, como grupo y por las características de su trabajo, de las grandes ciudades -Barcelona, Madrid, Sevilla, Bilbao-“. Parecía que se refería a los intelectuales y profesionales de los ámbitos urbanos con inquietudes claras de izquierda, surgidas en sus años de estudiantes universitarios. Pero también es cierto que el artículo se escribía desde Barcelona por “el corresponsal”.

Así para el articulista los integrantes de la “gauche divine” pertenecían a un sector social muy desterminado y característico. Serían antiguos universitarios desilusionados de sus “posiciones izquierdistas”, que nunca habían podido ver realizadas, y que situados económicamente no habían querido o no se habían atrevido a continuar sus luchas. Vivían en esas grandes ciudades, a las que nos hemos referido anteriormente, donde precisamente la acción obrera era más fuerte, cohesionada y decidida, provocándoles marginación y frustración.

Por su formación tenían un nivel cultural alto y, por ello, conocían la bibliografía de los grandes revolucionarios, pero planteaban la lucha política y sindical desde posiciones abstractas, librescas. Pero les interesaban más que Marx y Engels, a los que consideraban como revolucionarios teóricos, aquellos otros más vinculados con la praxis, como Lenin, Mao, el Che o Fidel Castro. Y aquí la contradicción se agudizaría, provocando frustración, ya que se apoyarían en aquellos que, precisamente, estaban demostrando el fracaso de su actitud diaria.

La cuestión principal tenía que ver con la falta de praxis, es decir que estos miembros de la “gauche divine” pensaban, desmenuzaban la teoría, pero no eran capaces de dar el salto a la puesta en práctica de la misma. Los planteamientos ideológicos no se convertían en acción. Defenderían programas irrealizables por los que, realmente, no estaban dispuestos a lucharlos, lo que convertía a los mismos en más irreales aún.

Esa postura de defensa de lo irrealizable les hacía acusar a las formaciones políticas de izquierda como el PSOE y el PCE, así como a los sindicatos (UGT y CNT) como reformistas y revisionistas, considerando que no servían ya.

Pensaban en posturas violentas llevadas a cabo por minorías decididas, pero sin calibrar y sopesarlas en la continuidad de una lucha y en su repercusión sobre los auténticos intereses de la clase trabajadora; en cambio, no sabían valorar, por ejemplo, una huelga minera de meses de duración, el trabajo continuo en la clandestinidad, o un pequeño avance hacia la unidad de la clase trabajadora.

Pero el autor del artículo recomendaba que ni el PSOE ni la UGT debían marginar a este grupo porque había que reconocer que tenía una gran importancia porque muchos de ellos podrían ser capaces, planteadas las cosas desde otra manera, integrarse en las luchas políticas y sindicales.

Por eso, para que se integrasen en los planteamientos socialistas, los de la lucha real, considerada como la única efectiva, contra el capitalismo, tanto el PSOE como la UGT habían de demostrarles y no sólo teóricamente, la necesidad de la organización, la fuerza de la solidaridad, la importancia de la disciplina y la urgencia de generalizar la lucha en todos los sectores. En este sentido, parecían muy aleccionadoras las palabras de Allende:

“Nosotros preferimos no hablar de revolución, sino de hacerla”.

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