Besteiro y el problema de la vivienda en 1923

Historia

Julián Besteiro se preocupó en distintas ocasiones por el problema de la vivienda. En noviembre de 1919 dio una conferencia en la Casa del Pueblo, a instancia de la Sociedad de Profesiones y Oficios varios, y que hemos estudiado, donde se centró en la cuestión de la especulación urbanística, así como por una legislación no favorable a los inquilinos, abogando por la planificación urbanística, y por la intervención pública para hacer viviendas de alquiler, además de defender la necesidad de que la clase obrera se asociase con la clase media para buscar soluciones y presionar. También sabemos que había dado una conferencia en el Ayuntamiento de Madrid. Pues bien, en marzo de 1923, publicó en El Imparcial (y también en El Socialista) un extenso artículo donde profundizaba en la cuestión, y que rescatamos en la presente pieza.

 

Besteiro planteaba, en este nuevo trabajo, el problema de la salubridad de las viviendas, y de cómo los poderes públicos europeos habían comenzado hacía mucho tiempo a preocuparse de la materia. Besteiro citaba autoridades científicas del calibre de Koch sobre la incidencia de la insalubridad de las viviendas en la propagación de la tuberculosis, al mismo tiempo que aludía a la vinculación, planteada por otras personalidades, entre esa situación y la criminalidad, prostitución y el alcoholismo. Llegó a citar al político británico Chamberlain cuando, al parecer, había hablado de la responsabilidad de las clases acomodadas a la hora de resolver el problema de la vivienda por las enfermedades, pero también por el peligro de la revolución.

Besteiro no podía dejar de citar a Engels en su afirmación de que el problema de la vivienda era una consecuencia de la concentración industrial. Y, en este sentido, los socialistas habían luchado en los Municipios para remediar este mal, que no podría solucionarse más que a través de la socialización de la propiedad urbana, especialmente ante el agravamiento del problema a raíz de la Gran Guerra.

Besteiro imaginaba cómo funcionaría la cuestión de la vivienda en una ciudad bien organizada. Quien quisiera buscar un alojamiento acudiría a una oficina municipal de estadística de vivienda donde encontraría información detallada, proporcionada por comisiones de inspección, que estarían formadas por técnicos especialistas en la materia, y representantes de los obreros y de la clase media, que eran los que más sufrían el problema, como había explicado en la conferencia aludida al principio del artículo. Pero, es más, un representante del pueblo, un político o un ciudadano podrían saber con certeza el número, capacidad, condiciones higiénicas, situación y precio de las habitaciones existentes. Pero, además, los efectos de la implantación de arbitrios sobre inmuebles, sobre solares, sobre los incrementos de valor de la propiedad, las consecuencias producidas por las reformas de las Ordenanzas municipales, que impedirían la aglomeración de viviendas en un solo edificio, la proporción en que contribuían a determinar el precio de las habitaciones, el valor del solar, el de los materiales de construcción, el de la mano de ora, la eficacia de los diversos sistemas de urbanización, y de las distintas formas de municipalización adoptadas. Y toda esta información, insistía Besteiro, la proporcionaría de forma ordenada, y bien explicada, ese Municipio modélico.

Era evidente que eso no pasaba en los Municipios españoles, y menos en la capital del Estado. La búsqueda de vivienda y el interés por formarse una idea de cómo estaba planteado el problema de la misma era un caminar a oscuras, lleno de peligros y engaños. En los archivos municipales se podría encontrar algún trabajo o memoria útiles, pero un estudio sistemático, fácilmente comprensible, que pudiera ayudar al vecindario madrileño, era imposible.

Y eso ocurría así porque la ignorancia era la condición fundamental para que la explotación pudiera realizarse impunemente. El Ayuntamiento estaba en manos de los capitalistas o de sus “apoderados”, de los representantes de los gremios o de las grandes Compañías, elementos en nada interesados en que llegase a la ciudadanía información de los problemas urbanos.

Pero, a pesar de las dificultades para buscar datos, se sabía lo bastante para ser conscientes del problema y de las soluciones. Antes de la Gran Guerra era evidente ya que el encarecimiento de las viviendas en Madrid, la falta de servicios urbanos en la periferia, y la lentitud de los trabajos del Ensanche, eran debidos al egoísmo y falta de escrúpulos de los capitalistas. Desde la Restauración se había abierto en Madrid una era de negocios escandalosos que culminaba con la vigente Ley del Ensanche, fruto del interés de senadores propietarios y del apoyo de Antonio Maura en el Congreso de los Diputados. Besteiro recordaba cómo los concejales mauristas en el Ayuntamiento madrileño “iban allí a blasonar de su resistencia al pago del impuesto del inquilinato y a impedir que se realizara la urbanización del Extrarradio”, que podía haber sido un medio adecuado para dar trabajo a los obreros parados, y para que bajaran los alquileres. Pero el problema se había agravado después de la contienda. Besteiro prometía seguir insistiendo en este tema.

Hemos trabajado con el número 4398 de El Socialista de 15 de marzo de 1923, y podemos consultar nuestro trabajo en El Obrero, “Besteiro y el problema de la vivienda en 1919”, (octubre de 2019).

Este sitio utiliza cookies. Al seguir navegando entiendo que aceptas mi política de cookies.
Más información Entendido