La lucha contra el alcoholismo fue un asunto importante para el movimiento obrero, tanto de signo socialista como anarcosindicalista. Las duras condiciones laborales, con jornadas interminables y embrutecedoras, unidas a las lamentables condiciones de las viviendas generaron un fenómeno muy acusado de alcoholismo. La reclamación de la jornada laborable de ocho horas, pretendía, lógicamente terminar con esas inhumanas jornadas, y permitir que los trabajadores pudieran descansar y desarrollar un tiempo de ocio, pero alejado de las tabernas, por lo que la creación de Casas del Pueblo y Ateneos populares no sólo como sede de organizaciones de resistencia, tiene mucho que ver con la necesidad de que los obreros encontrasen lugares donde instruirse, formarse, socializar, fortaleciendo la solidaridad obrera, y poder desarrollar un ocio saludable. Pero con el tiempo también el socialismo comenzó a comprender que el fenómeno del alcoholismo era más complejo, que tenía más causas y que no sólo afectaba a la clase obrera. Precisamente, este artículo incide en esa complejidad expuesta por uno de los principales líderes socialistas europeos en los años veinte.