Cuando comienza abril: la memoria
Siempre he deseado que llegue abril porque siempre marzo ha sido un mes lleno de problemas y hasta de desgracias personales, como si uno hubiera padecido su particular “idus” en dicho mes. Abril, en cambio, es un mes que me anima por muchas razones, por la lluvia, el sol, por la mezcla del frío que se niega a irse con el calor que intenta imponerse, por las flores, en fin, por la primavera ya triunfante, y hasta porque una hermana vino al mundo en un día de abril que permanece en mi memoria con nitidez, y en la de toda la familia porque me he pasado la vida repitiendo aquella experiencia. Y, por fin, porque está el 14 de abril.
Pero abril también tiene una fecha que me trae sentimientos encontrados, y nada más empezar el mes. Así es, hubo una vez un primero de abril, cuando se hizo público el último parte de guerra:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.”
La guerra por fin terminó, pero terminó no trayendo la paz, sino la victoria, como se nos explicó de forma tan emocionante en el final de la película de 1984, de Jaime Chávarri sobre la obra teatral de Fernando Fernán Gómez, “Las bicicletas son para el verano”. Esa tierna conversación entre Agustín González (Luis) y Gabino Diego (Luisito) es difícil de olvidar.
Y lo es porque más de media España padeció a hierro y fuego la victoria, la que se quedó, porque la que se marchó sufrió otros penares derivados del exilio.
De eso hace más de ochenta años, y hay que intentar evitar nostalgias, pero también huir de la desmemoria. Aquella victoria destruyó todos los intentos, heterogéneos, y hasta contradictorios entre sí, de unos españoles que pensaron en otro abril que las cosas no podían seguir así, que había que sacudir las inercias, levantar las alfombras, construir un país moderno, a pesar de que el mundo entraba en una década tan crítica y fanatizada.
Muchos españoles trabajamos hoy pensando en los problemas que nos agobian, tanto los personales como los de la colectividad, en un mundo que no deja de salir de la pandemia, con una guerra a cuatro horas en avión cuando después del horror de los Balcanes de los años noventa parecía que no volvería a nuestro continente, con una economía de nuevo en crisis, y con un renovado auge de una extrema derecha, que une planteamientos de viejo cuño con métodos y programas, todo hay que decirlo, hasta novedosos, en relación con el fascismo de antaño, lo que hace más complicado combatirla.
Pensando y trabajando en este mundo tan raro seguimos intentando solucionar problemas y soñar con proyectos de un mundo mejor, más justo, más pacífico y solidario, equivocándonos muchas veces, todo hay que decirlo.
Pero, fechas como la que aquí comentamos, nos recuerdan también quiénes somos, de donde venimos, nos explican mucho de lo que somos y hacemos. No nos angustian ni nos impiden vivir, pero nos avisan de todo eso, de que también somos memoria.
Este servidor desciende, como muchos y muchas, de aquellos que padecieron la victoria, sin odio ni deseos de venganza, pero sin olvido. No sería justo olvidar todo aquello ni a los que sufrieron tanto y nos enseñaron tantas cosas, muchas veces hasta sin palabras, con su ejemplo, su compromiso y su valentía cotidiana.