El compromiso

Política

En tiempos de crisis del concepto de vocación política creemos que debe reivindicarse desde la revalorización de la idea del compromiso. ¿Por qué dedicar parte de tu vida a participar en los asuntos públicos de tu distrito, ciudad, comunidad o del estado? Esta pregunta tiene muchas respuestas y algunas han contribuido a desprestigiar el ejercicio de la política.

No vamos a analizar las respuestas espurias, las que se esconden en el interés individual, las que anteponen la ambición personal al bien colectivo, sin olvidar que la ambición subordinada a ese bien es muy legítima, ni la de aquellos que quieren salvarse apuntándose a última hora a los partidos “atrápalo todo”. La respuesta que algunos tenemos en mente tiene que ver con lo que decíamos al principio, con el compromiso. Pero, ¿qué compromiso? Creemos en el compromiso con el presente, mirando al futuro y en deuda con el pasado desde posicionamientos de izquierda, de progresismo, de combinación de las libertades con la igualdad, reivindicando la fraternidad. Algunos, como el que les castiga cada día con tantos artículos, solamente ha encontrado un lugar donde trabajar por estas causas, pensando en esos tres tiempos: presente, futuro y pasado. Y es espacio está habitado por rosas rojas porque un día se le heló el corazón ante la necesidad de colaborar, sintiéndose en deuda con tantos y tantas que tanto hicieron en circunstancias históricas infinitamente más adversas y porque nunca se ha conformado con el presente, pensando en los que vendrán después. Porque creemos en el poder transformador de la política, porque sabemos del pasado del que se partía, por lo que vimos, escuchamos y estudiamos, y por un presente lleno de grandezas y miserias.

El compromiso exige tiempo, esfuerzo y dedicación pero compensa siempre. El compromiso es una opción contra la pasividad, el egoísmo personal y la apatía. El compromiso es servicio hacia lo público, hacia lo que es de todos y todas.

Siempre que hay elecciones se me agolpan en la mente tantos nombres de personas que se sacrificaron por un país mejor, todos ya desaparecidos por el tiempo o por la ignominia de los que segaron vidas en nombre de sagrados principios que mancillaron, además de pretender establecer el imperio del olvido.

Cada jornada de reflexión me vienen a visitar Fernando de los Ríos con su afán pedagógico y su intenso humanismo, Indalecio Prieto que me recuerda que la lucha por la igualdad no debe arrinconar nunca la de la libertad, allí me mira Francisco Largo Caballero que me advierte sobre el compromiso con los más desfavorecidos y no me olvida Juan Negrín que me enseña que nunca hay que rendirse. Más lejos, muy lejos en el tiempo, Pablo Iglesias, “el abuelo”, el más humilde, desde aquel Hospicio, formándose en la adversidad, me habla de la importancia de la educación y de la lucha, además de recordarme que en otro mes de mayo fundó algo en lo que creo. Y más cerca, mucho más cerca, me llega la palabra de Tierno, el alcalde de mi primera juventud dorada y perdida, para mostrarme que Madrid, con todos sus problemas, podía estar muy cerca del cielo. Y tantos y tantas que siguieron llevando la antorcha de las libertades y de la igualdad en tiempos grises de plomo y que abrieron ventanas cuando uno entraba en la adolescencia.

El compromiso mezcla, en fin, el ejercicio de la razón con la emoción de los sentimientos.

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