El límite del discurso de la unidad de España
Las derechas españolas tienen como uno de sus ejes fundamentales de su discurso electoral la cuestión del ataque a la unidad de España, formulado por la amalgama nacionalista catalana en su deriva fundamentalista, pero tolerado, también supuestamente, por el PSOE, ya que, siempre según esta teoría, habría necesitado el concurso de aquella para derribar a Rajoy, gobernar estos meses, y quiera buscar su voto para una futura investidura. A esta causa cada formación emplea tácticas un poco distintas. Comenzó Ciudadanos con su afirmación rotunda de no pactar nunca con el PSOE por traidor, y romper todos los puentes, por muy endebles y estrechos que fueran, con dicho partido. Aquella afirmación, muy nacionalista también, fue solemne, como de amante despechado, pero mirando de reojo y con desazón a uno de los lados de la derecha, esa que no gusta nada a los aliados franceses, pero a la que se ha abocado sin remedio o no, porque nunca se sabe con el color naranja.
Después estaría el renovado Partido Popular, tutelado desde fuera por el gran padre de nuestra derecha, el nunca suficientemente valorado por los suyos como salvador de la patria porque, en todo caso, es muy complicado agradecer tantos servicios prestados a España en tiempo récord, ocho años de mandato (otros necesitaron muchos más). A este nuevo PP se han incorporado figuras con nula experiencia política, pero con apellidos ilustres o dedicación a los ruedos, que lanzan mensajes que están produciendo graves problemas a los asesores de dicha formación política, y todos comandados por un líder dedicado al insulto, a “subirse arriba”, en feliz expresión moderna, cuando ve un micrófono y una cámara, soltando exabruptos, medias verdades, mentiras poco o nada elaboradas, y sonriendo mucho. La estrategia de esta derecha, ya no clásica, se basa en eso, y hasta en regresar al asunto vasco, a proclamar el apocalipsis en el que caeríamos con un nuevo gobierno socialista, comandado por el “gran felón”. Alarmado por el auge de la derecha de color verde, y siempre desconfiando de la otra parte, esa tan veleidosa del color naranja, navega por media España en una suerte de Reconquista un poco desvaída, con episodios fascinantes como el de la entrega de un diploma universitario, o el del error geográfico. ¡Santo Cielo si el Cid levantase la cabeza!
En realidad, la mejor campaña de las tres derechas está siendo realizada por la del color verde. Una parte de los españoles de derechas, asustada por la timidez del PP ante la posibilidad de que el Valle de los Caídos deje de ser el lugar de peregrinación a los orígenes, ha recogido, cual formación cruzada, la antorcha de ese pasado glorioso al que según su filosofía nos debemos los españoles. No gusta esa “derechita”, y eso que ya no está Rajoy, que era la derecha de anda por casa, la de la tertulia provinciana con la partidita de cartas.
El discurso de la unidad de España, de la amenaza que se cierne sobre la misma, no se basa en nada objetivo, y parte de la idea de que no cabe ningún diálogo con los enemigos de la patria, aunque dicha derecha haya hablado, negociado y establecido contactos con esos enemigos en el pasado, y con otros del norte. Ese discurso ha calado, indudablemente, pero desde los fuegos de artificio de la plaza de Colón, hemos comprobado que tiene un límite. Muchos españoles, nada afines a las causas de la izquierda, deben estar un poco cansados del tema, habida cuenta de que, al final, nada ha pasado, y de que hay problemas reales importantes que merecen atención inmediata.
La izquierda, por su parte, siempre ha sentido una enorme alergia con este tema y, no cabe duda, que lo intenta eludir en muchas ocasiones, pero está descubriendo que, efectivamente, comienza a cansar y aburrir la verborrea permanente e insultante sobre el “gran responsable” del fin de España. También está empezando a ver que esa estrategia se puede volver en contra de las dos grandes formaciones de derechas, que tanto lo emplean, porque, además, los grandes convencidos de la cuestión ya están preparando la papeleta verde que, a fin de cuentas, es la genuina en esto, mientras que las otras dos, a sus ojos, son más veleidosas, con menos músculo de “hombría”. Veremos.