Besteiro y la educación obrera (1926)
Julián Besteiro reflexionó en las páginas de El Socialista sobre la educación obrera en el otoño de 1926, un aspecto fundamental para los socialistas preocupados por la formación en sí, pero también por la difusión de las ideas emancipadoras del socialismo y por el fomento de la conciencia de clase.
Besteiro valoraba el trabajo que se estaba desarrollando desde la Casa del Pueblo como foco de cultura. La fuerza educadora tenía, a su entender, más de un origen. La principal fuente partía de la propia “masa obrera” a medida que se iba emancipando de la “miseria física y moral” en que aún la tenía sumida la explotación capitalista. El trabajo de “autoeducación” que se realizaba en el seno de los sindicatos era, siempre en su opinión, el factor fundamental, por lo tanto. Pero también valoraba en ese tiempo la atracción que sobre estos medios ejercían los intelectuales y artistas, que se acercaban a ofrecer sus saberes en los medios de la organización proletaria. En conclusión, la resultante de estas influencias parecía esperanzadora.
Pero no cabía la complacencia por los logros alcanzados. Y en este sentido, exponía como era un asunto en el que algunos países estaban muy adelantados. Así pues, aludía al caso belga, que también conocemos por el desarrollo organizativo en relación con la educación obrera por nuestras propias investigaciones. Pero también citaba a los Estados Unidos e Inglaterra con sus Asociaciones para la Educación Obrera, la Asociación inglesa para la Educación de los Adultos, o la conocida como la Liga de la Plebe. También era importante cómo en Alemania se habían desarrollado las Escuelas superiores populares, la Academia del Trabajo y la Escuela de Economía. Eran suficientes ejemplos para comprender que en España quedaba un largo camino por recorrer. Se había trabajado mucho, pero no bastaba con la multiplicación de cursos y conferencias para satisfacer las necesidades de cultura que sentía el proletariado.
Por otro lado, Besteiro explicaba que se estaba observando como la acumulación de noticias y conocimientos ya elaborados no interesaba al obrero tanto como el desarrollo de su propia personalidad individual y colectiva, y el fomento de sus capacidades de acción y de la creación de una nueva cultura.
En Alemania se estaría desarrollando la idea de que el desarrollo del espíritu de cooperación en los “hogares” de estudiantes obreros, el cultivo de la sensibilidad y de la voluntad en Sociedades artísticas y deportivas, y el fomento de la propia originalidad con el trabajo personal del escolar eran elementos educativos tan valiosos como la adquisición de conocimientos.
Besteiro pensaba que había que sustituir una concepción meramente cuantitativa de la cultura por una concepción cualitativa, un criterio estático por otro dinámico, por la preferencia de saberes que dieran impulso a la personalidad sobre los que meramente servían para aumentar los conocimientos. Así se había llegado en las escuelas obreras alemanas a dar nuevamente importancia educativa a Marx, al discurso de Lassalle, “La ciencia y los trabajadores”, del escrito de Engels, “De la utopía a la ciencia”, y del folleto de Liebknecht, “Saber es poder, poder es saber”. Y en esa misma línea citaba una parte del discurso de Bernard Shaw en su setenta cumpleaños donde señaló el valor educativo y dinámico del socialismo. En el mismo, declaró que Marx y el socialismo le habían hecho un hombre. Sin ellos habría sido como muchos de sus colegas literarios, que tenían tanta habilidad literaria como él.
Era esto de lo que tenía que desarrollarse la educación obrera en España, si se quería que se perfeccionase la obra realizada hasta ahora.
El artículo se publicó en el número del 10 de octubre de 1926 en El Socialista.