La concepción socialista del reformismo social de Eduardo Dato hacia 1913

Historia

En un artículo de 2017 en este medio estudiamos la aportación de Eduado Dato al conservadurismo español en clave social, ya que fue defensor del intervencionismo del Estado en esta materia para evitar la revolución. Dato fue siempre un conservador, pero, a diferencia de Maura, su gran contrincante en el Partido creía en las reformas laborales y en el establecimiento de leyes y seguros sociales.

 

El regeneracionismo, en su versión moderada o conservadora, ejerció una clara influencia en los principales líderes del Partido Conservador después de la desaparición de Cánovas del Castillo y a consecuencia de la crisis del sistema político de la Restauración en el nuevo siglo XX. Eduardo Dato (1856-1921) se inclinó hacia la preocupación en cuestiones sociales, consciente de los graves problemas en esta materia. A lo largo de su intensa carrera política como ministro y presidente del Consejo de Ministros tuvo varias iniciativas. La más importante fue la creación del Ministerio de Trabajo por un Real Decreto de 8 de mayo de 1920. En el Ministerio se integrarían el Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión. También se incluyeron en el nuevo departamento la Dirección General de Comercio, Industria y Trabajo, el Consejo de Emigración, el Patronato de Ingenieros y Obreros Pensionados para el Extranjero, y la Inspección de Trabajo. Nuestro protagonista desarrolló la legislación sobre el trabajo infantil y femenino, así como sobre los riesgos en el trabajo con la Ley de Accidentes Laborales. Se preocupó por intentar frenar los alquileres abusivos y creó las Juntas de Fomento y Casas Baratas. En enero de 1921 aprobó un Decreto para la aplicación del Seguro Obligatorio. En las Cortes se crearía una Comisión Permanente de Trabajo y Legislación Social.

Eduardo Dato recogió en España parte de la doctrina social de la Iglesia, que había sido establecida por León XIII en la encíclica Rerum Novarum. Dato, como expresamos más arriba, era consciente que España estaba viviendo una intensa transformación económica con evidentes consecuencias sociales. Por eso intentó plantear una política reformista que pudiera conectar con el socialismo más proclive al reformismo que el anarcosindicalismo revolucionario. Dato no pretendió nunca alterar ningún principio básico del capitalismo ni de las relaciones sociales de producción sobre las que se sustentaba, pero también sabía que el poder político no podía seguir sin intervenir, según había establecido el liberalismo económico clásico. Había que procurar fomentar la paz social.

Pero este reformismo tenía un claro límite, que no era otro que la huelga, expresión de la lucha de clases. En este sentido estuvo clara su postura cuando estalló la huelga general revolucionaria de 1917, y que no fue otra que la represión pura y dura, recurriendo al ejército que, a pesar de haberse enfrentado al poder civil a través de las Juntas de Defensa, no dudó en frenar a los obreros. Una cuestión era poner al día a los conservadores ante la cuestión social y otra muy distinta acceder a las demandas de los sindicatos de clase. En este punto prevalecía el magisterio de Cánovas del Castillo con la defensa combinada de la propiedad privada y el orden público.

Antes de que emprendiera su principal labor de tipo social, a los pocos meses de acceder por vez primera a la presidencia del Consejo de Ministros (octubre de 1913) después de Romanones, que había sido nombrado tras el asesinato de Canalejas, ya se conocía el interés de Dato por emprender reformas de tipo social. Pues bien, los socialistas, que habían sido muy críticos con Canalejas, opinaron de estas ideas de Dato en un artículo que se publicó el primero de diciembre de ese año.

El periódico aludía a que se hablaba de que Dato estaba preparando leyes de carácter social. Los socialistas pensaban que eso parecía cierto porque el presidente del Consejo de Ministros quería mantener la “representación intervencionista” que ostentaba en la política nacional, por lo que parecía lógico que para lograrlo intentara dejar su huella de legislación obrera en su paso por el Gobierno. Pero no les merecía la menor confianza los proyectos de reforma que tenía preparados porque solamente no pasarían de buenos propósitos.

La cuestión clave para los socialistas era, en este caso, que sobre estos proyectos estaba el asunto de la Guerra de Marruecos, y el señor Dato había llegado al poder con el compromiso de mantenerla. Y la guerra imposibilitaba toda obra seria de reforma social.

Para que Dato pudiera llevar a cabo sus “proyectos intervencionistas” sería preciso que acabara la “desdichada aventura africana” porque agotaba todos los recursos nacionales y consumía diariamente “un puñado de vidas jóvenes”.

Las leyes sociales necesitaban financiación y con el déficit no se podrían llevar a cabo. Además, el fisco había elevado los tributos para atender a lo que se consideraba el “despilfarro guerrero”, por lo que no se podía esperar que la política social fuera sufragada por la patronal.

Los socialistas hacían una especie de paralelismo entre Dato y el italiano primer ministro Giolitti. Al parecer, también quería legislar a favor de las clases obreras, pero su deseo se había paralizado por los gastos que generaba la guerra en Libia, poniendo el ejemplo de la reforma del Retiro Obrero en Italia, que no habría pasado de un buen deseo porque no se podía atender al gasto anual que suponía de 180 millones de liras. Por nuestra parte, nos parece interesante el establecimiento de este paralelismo porque Giolitti, al igual que Dato, sí llegarían a emprender reformas sociales y seguramente con el mismo fin, intentar garantizarse una cierta paz social, un tema éste del paralelismo que no sabemos si la historiografía ha tratado.

Con Canalejas se había hablado también de una ley de retiro para los trabajadores (El retiro obrero no llegaría en España hasta 1919), y ahora se comentaba que esta idea del retiro estaba en la mente de Dato, y la ley era, en opinión socialista, de justicia evidente. Pero suponía un gasto que estaba destinado al conflicto en el norte de África.

Hemos trabajado con el número del primero de diciembre de 1913 de El Socialista, y con nuestro artículo sobre Dato en la Hemeroteca Digital de este diario de El Obrero.

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