La crisis económica en el Antiguo Régimen español

Historia

El reinado de Carlos IV, entre los siglos XVIII y XIX se caracterizó por una intensa crisis económica con dos facetas que, salvando algunas cuestiones particulares, no parece muy distinta que la que se padeció en otros lugares de Europa como en la Francia prerrevolucionaria.

 

Por un lado, la agricultura seguía sujeta, al mecanismo de las conocidas como crisis de subsistencia porque nunca prosperaron reformas profundas que permitieran un considerable aumento de la producción. Las malas cosechas, fruto de técnicas atrasadas y sin cambios en la forma de cultivar, dada la estructura vinculada de la propiedad, provocaban alzas de precios y hambre. El atraso de la agricultura no significaba que el precio de la tierra y las rentas agrarias no subieran considerablemente en el final del siglo XVIII, fruto de la presión de la demanda, habida cuenta del aumento demográfico, pero también, precisamente, por las malas cosechas, que elevaban, como hemos dicho, los precios. Pero como esas propiedades estaban vinculadas, y en manos de la nobleza y el clero, ellos fueron los beneficiarios de esa subida, es decir, los estamentos privilegiados, no los arrendatarios que debían pagar las rentas a los propietarios.

Pero la crisis económica también tenía que ver con el creciente y asfixiante déficit del Estado, que provocó una constante emisión de vales reales para afrontar los gastos que comenzaron a multiplicarse con la guerra contra la Convención. La abundancia de los vales generaría que su cotización bajara y la deuda, por consiguiente, aumentara. En 1798 se ideó una solución para afrontar la deuda que marcaría el inicio de un proceso que luego tendría su culmen en la época liberal. Estamos hablando de las desamortizaciones. En ese año se creó la Caja de Amortización, encargada de la administración de la deuda pública, en un intento de restablecer la confianza en los vales reales. Aunque se le dotó de medios económicos que posibilitaron una breve subida del valor de los vales, muy pronto, en ese mismo año, volvió a caer su cotización.

Y, entonces, se vinculó el organismo con las rentas que procedían de los bienes desamortizados. Godoy emprendió la primera desamortización eclesiástica en España de importancia, aunque, realmente, hay algunos precedentes, aunque muy parciales de la época de los Austrias en el siglo XVI. Por desamortización se entiende la expropiación por parte del Estado de tierras eclesiásticas y/o municipales para su posterior vente en pública subasta. Las principales en España estarían asociadas al posterior Estado liberal con Mendizábal y Madoz. Así es, recogiendo el espíritu de las ideas ilustradas tan contrarias a la vinculación de la tierra, especialmente las manos muertas eclesiásticas, se emprendió el proceso para intentar enjugar el déficit del Estado, y no como una reforma agraria, un ideal que tampoco realizarían las desamortizaciones posteriores, porque no supuso un reparto de tierras para los labradores que, por otro lado, nunca pudieron acceder a los lotes en las subastas por sus elevados precios. En 1798 se inició la desamortización que afectaría a propiedades de la Iglesia, aunque no las principales. Se enajenaron bienes raíces vinculados a instituciones de caridad, como hospitales y otras obras pías, así como las propiedades que habían pertenecido a la Compañía de Jesús. En el año 1805 se amplió el proceso, con autorización papal, para poder vender más propiedades, aunque todo se paralizaría con el estallido de la Guerra de la Independencia.

En todo caso, la deuda siguió pesando como una losa sobre la Hacienda real.

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