Iván III y la unificación rusa

Historia

El principado de Moscú era a finales de la Edad Media el más destacado de toda Rusia. Debemos recordar que la geografía rusa era un conglomerado de principados y organizaciones políticas dependientes de los khanes. En la transición entre los siglos XIII y XIV, Juan Kalita había conseguido que el khan le otorgase el título de gran príncipe, convirtiendo Moscú en la ciudad santa de toda Rusia. Durante el siguiente siglo, es decir, en el XV, este ya gran principado fue haciéndose con los de Jaroslav, Rostov, Tver y Riazan, así como con la especie de repúblicas comerciales que fueron Novgorod, Viatka y Pskov.

 

En este contexto aparecería la figura de Iván III en la transición a la época moderna, entre los siglos XV y XVI, y que empleó distintos métodos para hacerse con el control total de amplios territorios, tanto usando la fuerza como hizo con Novgorod, que se había aliado con Polonia, comprando, como ocurrió con una serie de restos del principado de Rostov, y hasta ejerciendo la diplomacia como hizo con el khan de Crimea contra el khan de la Horda de Oro.

Dentro de esta línea de buscar incrementar su poder se casó con Sofía (fue su segunda esposa), sobrina del último emperador bizantino, el último Paleólogo, lo que le permitió emplear el águila bicéfala bizantina en sus armas y estandartes. No olvidemos que el águila bicéfala terminaría siendo un símbolo de la Rusia zarista de los Romanov futuros. Además, proclamó que Moscú era la Tercera Roma y construyó el Kremlin.

Iván III implantó un sistema absolutista o autocrático de raíz oriental por su inspiración en los mongoles, más que en las tradiciones occidentales, que se vincularon al derecho romano. En primer lugar, estableció que la Iglesia acentuase el concepto de derecho divino, un aspecto que sí vemos también en Occidente, pero revestido del ceremonial bizantino que convertía al soberano casi en un personaje divino. Además, hizo ejecutar a los boyardos rebeldes, es decir, los nobles terratenientes que se negaron a aceptar esta concentración de poder. Paralelamente, inició una intensa labor codificadora. Así pues, Iván III sin ser zar, sería el primero, sin haber construido un Estado, que puso los cimientos del mismo, a la espera de que unos decenios después Iván IV, mucho más conocido, asentase ya para los futuros siglos el Imperio de los zares.

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