Sanidad y las “insolaciones mortales” por trabajo en el campo en 1902
La Dirección de Sanidad publicó una disposición sobre el problema de las insolaciones (el concepto de “golpe de calor” es muy posterior) en el mes de julio de 1902.
La disposición explicaba en qué consistía la “insolación mortal”, asociada al calor excesivo, causando una parálisis cardiaca fulminante, que se debería a falta de agua en la sangre o “anhidremia”, produciendo una condensación de la misma con una consiguiente disminución extraordinaria de la tensión sanguínea derivando en un colapso grave. En todo caso, se debiera a esta u otras causas, aisladas o juntas, era cierto que el exceso de calor, la acción directa de los rayos solares y la falta de líquidos por el sudor, provocaban ataques que, a menudo se anunciaban, aunque, en ocasiones sobrevenían de repente y con “agudeza suma”. En una palabra, se estaba hablando de lo que hoy conocemos como golpes de calor.
Los síntomas eran los siguientes: sed intensa, dolor de cabeza, opresión en el pecho, mucho sudor, palpitaciones, fatiga, “encendimiento del rostro”, lengua reseca, deseos frecuentes de orinar, mal humor… Se consideraba que esos síntomas anunciaban la posibilidad de padecer el mal, mientras que en otras ocasiones eran seguidos por la extinción del sudor, resecamiento y ardor de la piel, zumbidos en los oídos y “moscas volantes en la vista”. Entonces, sobrevenía el ataque.
En consecuencia, se establecía lo siguiente:
-Prohibición del trabajo en el campo entre las once y las tres de la tarde. Los segadores debían emplear grandes sombreros de paja clara, vestidos holgados, y deberían descansar en lugares sombreados, sobre paja o colchones, no sobre el suelo, y deberían beber agua abundantemente o agua avinagrada o con té o café, pero nunca bebidas alcohólicas, aunque, se podrían consumir, a lo sumo “limonadas poco cargadas de vino”. Era conveniente, por otro lado, aplicarse paños de agua fresca en la cabeza, lavarse el cuerpo de forma frecuente y beber poco, pero a menudo.
-En caso de producirse un ataque el enfermo debía ser llevado de forma rápida a un lugar fresco y sombreado, ser desnudado de medio cuerpo arriba, colocándose con la mitad superior más elevado, además de intentar refrescarle con abluciones, sábanas y lienzos empapados en agua, además de proporcionarle bebidas ligeramente mezcladas con café y coñac, ponerle enemas de agua fría, bañarle en agua templada, utilizando un río o arroyo si no hubiera otro medio. Se consideraba que estos remedios podían ser aplicados por todo el mundo, pero que debían ser completados con los médicos, como eran las inyecciones de aceite alcanforado, respiración artificial, tracción rítmica y sostenida de la lengua, e inyecciones subcutáneas o transfusiones de una disolución de sal común en proporción de 6/1000 de agua.
Hemos consultado el número 854 de 18 de julio de 1902 de El Socialista.