La denuncia socialista de la situación del personal femenino del Metro madrileño (1926)
En el otoño de 1926 el periódico socialista publicó una serie de artículos para dar a conocer la situación laboral y salarial del personal que trabajaba en el Metro madrileño para denunciar, en consecuencia, cómo se encontraban los trabajadores y trabajadoras.
En este artículo nos centraremos en el personal femenino, es decir, taquilleras y revisoras.
Existían tres categorías profesionales de taquilleras en el Metro de Madrid. Estaban las taquilleras de primera, que cobraban en aquel momento 197,70 pesetas, luego se encontraban las de segunda, con 174, 85 pesetas de sueldo, y por fin, las de tercera categoría con un salario de 150 pesetas. Las taquilleras debían ser responsables de las cantidades que marcaban y sumaban las máquinas que expedían los billetes que entregaban a los viajeros, con las vueltas correspondientes.
El trabajo de las taquilleras era intenso, especialmente en determinadas horas, las que conocemos como “horas-punta” y en determinadas estaciones. El trabajo exigía mucha atención para no equivocarse en la venta de billetes, sin poder distraerse, con lo que se exigía rapidez en el cálculo. El periódico socialista consideraba que era un trabajo muy duro, y no estaba bien pagado porque la mayoría de las taquilleras se encontraban en la categoría inferior.
Luego se encontraban las revisoras de los billetes, también divididas en tres categorías, existiendo también trabajadoras eventuales en esta responsabilidad laboral. Estas eran las que tenían que presentarse todas las mañanas a las seis de la mañana para cubrir las vacantes que se pudieran presentar entre las revisoras “efectivas”. Las revisoras de primera cobraban 135 pesetas al mes, 105 pesetas era el suelo de las de segunda, mientras que las de tercera percibían 90 pesetas. Las revisoras eventuales no cobraban con arreglo al suelo de una revisora “efectiva”, sino a razón de 82’50 pesetas mensuales. El Socialista ironizaba con la generosidad de la Empresa.
Los turnos de trabajo no se preocupaban lo más mínimo del personal según el diario socialista. El horario estaba en función del interés de la Empresa, y por eso se consideraba, con esa mezcla de reivindicación y cierto paternalismo del movimiento obrero de signo socialista, que era peligroso para las señoritas que trabajaban en el Metro. Las que entraban a trabajar a las diez de la mañana y dos de la tarde, en jornada de dos veces, salían a las dos de la madrugada, mientras que las que el otro turno comenzaba a la seis de la mañana y se salía a las diez para regresar a las dos y las seis de la tarde, terminando las primeras a las seis y las segundas a las diez.
Los socialistas se quejaban de que esos turnos que padecían las mujeres trabajadoras del Metro eran arbitrarios, y decía muy poco en favor de una Empresa que no tenía la “consideración que debe tenerse al sexo débil”, otra muestra más de esa compleja relación entre lo que era una reivindicación laboral con el paternalismo al tratarse de trabajadoras. Y se insistía sobre la infinidad de razones de “orden sentimental, moral y humano para combatir el sistema de trabajo que la citada Empresa emplea en la labor que realizan las señoritas”. La queja incidía mucho en las horas intempestivas a las que tenían que levantarse las trabajadoras o a las que salían, con los peligros que suponía estar de madrugada por las calles camino del trabajo o saliendo del mismo. Pero junto con esta consideración también es cierto que prevalecía la de signo obrero cuando se defendía que dada la peligrosidad de las horas las trabajadoras del metro debían tener un sueldo más alto en compensación, sin olvidar la necesidad de que se les relevase de dejar el trabajo tan tarde.
Hemos trabajado con el número 5526 de El Socialista de 21 de octubre de 1926.
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