Largo Caballero: los labradores y el socialismo

Historia

“El socialismo no irá contra la propiedad adquirida con el esfuerzo propio, sino contra la obtenida con el trabajo ajeno.”

 

Este artículo es un breve apunte sobre las ideas que Largo Caballero vertió a mediados de los años veinte sobre los labradores, la propiedad y el socialismo, intentando contrarrestar las que consideraba mentiras propaladas por los enemigos del socialismo.

La cuestión gravitaba en relación con la propiedad de la tierra. Se decía que el triunfo del socialismo significaba la inmediata confiscación de la tierra. Era cierto, expresaba en un artículo de El Pueblo Gallego, que recogió El Socialista en su número del 9 de enero de 1925, que el fin del socialismo era proporcionar a cada uno los medios de poner en actividad sus facultades, lo que no se podría conseguir sin la socialización de las fuerzas productivas. Pero cuando los medios de trabajo se encontraban en poder de los que los ponían en movimiento, aunque tuviesen la forma de propiedad individual, el socialismo se vería obligado a respetar la libre acción de los acontecimientos para que por sí se fuera anulando la propiedad, pero por medio de la evolución, no a través de una acción encaminada a la confiscación.

Así pues, nada tenía que temer el labrador que cultivaba el mismo su pedazo de tierra, que había adquirido con el producto de su trabajo, es decir, que era fruto de su esfuerzo, pero no de la explotación. Esas propiedades no serían confiscadas. Quienes arrebataría esa pequeña propiedad serían las necesidades de la producción. Largo Caballero consideraba que los labradores eran explotados por la usura, a la que necesitaban acudir para ir sorteando la “catástrofe económica” que, al fin no podían evitar.

Cuando llegara ese momento de perder la propiedad, Largo explicaba que, en realidad, el labrador no perdería nada. Dejaría de figurar como propietario nominal de un trozo de tierra gravado con hipotecas, y que solamente le procuraba una vida dura y penosa. A cambio, se convertiría en copropietario del suelo nacional, con remuneración equivalente al tiempo que trabajase, y lo suficiente para que pudiera desarrollar libremente sus distintas facultades.

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