Sobre el origen del concepto de “el hombre hecho a sí mismo”
En el siglo del progreso económico, es decir, en el siglo XIX, nació una teoría que ha tenido mucho éxito desde entonces, especialmente en el mundo anglosajón, pero también fuera del mismo, y que tiene que ver con la responsabilidad de cada ser humano en “hacerse a sí mismo”, superando todo tipo de adversidades de origen o que se presentan en la vida para conseguir el triunfo económico y social, habida cuenta del fin de los privilegios estamentales, corporativos, etc. propios del Antiguo Régimen. Quien no consiguiera salir de un origen pobre y difícil era responsable de su fracaso, ya no había excusas para conseguir dicho éxito, y si no se alcanzaba era por vagancia, irresponsabilidad, vicio, dejadez o, en el único caso medianamente excusable en esta teoría, por enfermedad o por alguna incapacidad física o mental.
En realidad, estaríamos hablando de casi un dogma de quienes defendieron y defienden un mundo completamente competitivo, sin intervenciones de los poderes públicos para disminuir la desigualdad a través de los mecanismos del Estado del Bienestar. En esta sociedad completamente liberal o neoliberal, a lo sumo, solamente tendría cabida la beneficencia o la caridad, pero nada más. Por otro lado, en el mundo actual existe la derivación en la literatura de “autoayuda”, que defiende la responsabilidad de cada uno de nosotros en lo que nos pasa por no saber afrontar y solventar nuestros problemas, carencias, rutinas y hasta vicios, ni saber hacer frente a las adversidades que se puedan presentar en la vida, dándonos recetas para afrontarlo todo para salir adelante y triunfar en la vida.
Uno de sus impulsores de esta filosofía de hacerse a uno mismo sería Samuel Smiles (1812-1904), con su libro Self-Help (Autoayuda), que se publicó en el año 1859. “El hacerse a sí mismo” chocaba, como estamos viendo, con los planteamientos paternalistas y sociales propios del viejo orden que establecían que cada uno estaba situado en un lugar en el mundo en función de su nacimiento o condición heredada. Uno pertenecía a determinado estamento o grupo y ese orden debía ser respetado porque, además, solía tener una justificación religiosa y, sobre todo, política de búsqueda de la estabilidad y del no cuestionamiento de dicho orden.
Una vez destruido ese viejo orden, las ideas sobre “hacerse uno mismo” criticaban el cuestionamiento del nuevo orden liberal vencedor por parte mutualistas, cooperativistas, socialistas, anarquistas y por los reformadores de un orden que permitía un crecimiento económico impresionante, pero a elevadísimos costes sociales. Como decíamos, más arriba, si los trabajadores o parados no se espabilaban para triunfar ese era su problema y no debían buscar culpables ni en los patronos, ni en los gobiernos, ni en las nuevas relaciones sociales de producción. Así se defendía desde los más acérrimos victorianos, por ejemplo, en el Reino Unido.
En el ámbito anglosajón, con especial protagonismo en los Estados Unidos, las historias de hombres (aquí no cuentan las mujeres, como era de suponer) de “hombres que se hicieron a sí mismos” proliferaron durante todo el siglo XIX y también en el XX hasta hoy mismo. Venían a ser el modelo a seguir, era los triunfadores del “sueño americano” en una tierra de constantes y supuestas oportunidades.