El militarismo y el ejército para el socialismo español en 1913

Historia

Al comenzar septiembre de 1913 se publicó en El Socialista una columna (editorial) sobre la posición del socialismo español acerca del militarismo, el antimilitarismo y el ejército, que pasamos a comentar en este breve artículo. En la época de la guerra de Marruecos el socialismo español reflexionó mucho sobre estas materias.

El PSOE siempre fue completamente radical contra la guerra, la colonial del 98 y la de Marruecos, además de seguir las disposiciones de la Segunda Internacional contra el militarismo creciente de la época de la paz armada. Además, el socialismo español fue muy crítico contra la desigualdad a la hora de prestar el servicio militar e ir a la guerra, según el sistema español que permitía salvar estas obligaciones por dinero. Por fin, también combatió el creciente protagonismo del ejército en la vida española, especialmente a partir de la aprobación de la Ley de Jurisdicciones.

El artículo aludido se refería a las supuestas opiniones que se vertían en los periódicos militares sobre las posiciones del socialismo acerca del ejército. Al parecer, siempre según El Socialista, en esas publicaciones se decía que el PSOE odiaba a los militares, y que trataba de propagar ese odio entre el pueblo.

El artículo afirmaba que eso no era cierto, que el socialismo odiaba el capitalismo, así como las instituciones que lo servían, pero no odiaba a las personas que formaban la burguesía, ni a los que integraban dichas instituciones. En el caso concreto de la cuestión militar, los socialistas se declaraban antimilitaristas. Pero el militarismo no era lo mismo que ejército.

El militarismo sería la institución militar que sobrepasaría sus atribuciones para someter al poder civil con el fin de satisfacer “sus egoísmos profesionales”. Era el ejército gobernando. Así pues, ser antimilitarista no suponía odiar al ejército. El antimilitarismo no había que asociarlo a partidos de izquierda, aunque, en general los “elementos avanzados” eran antimilitaristas. Pero podía haber profesionales de la milicia que fuesen antimilitaristas, y hasta políticos conservadores, y el periódico ponía el ejemplo de Cánovas. No olvidemos, por nuestra parte, el interés que el político malagueño, artífice de la Restauración borbónica, puso en que el ejército abandonase la política, y se terminasen los pronunciamientos, garantizando el turno pacífico del poder, al menos, de las dos familias del liberalismo español.

Los socialistas eran antimilitaristas decididos. El antimilitarismo sería consustancial al socialismo. Pero los socialistas no odiaban a los profesionales de la milicia.

En relación con el papel del ejército se partía de la concepción socialista de un orden sin conflictos, de “comunidad de intereses de todos los hombres”. En ese orden no era necesario, por lo tanto, contar con un ejército. Si la función moría, no era necesaria la institución.

Pero esto era el ideal, el último objetivo. Mientras llegaba ese momento, no se cuestionaba que se mantuviesen los ejércitos, pero no cómo los quería la burguesía para la defensa de sus intereses o para la conquista de nuevos mercados, sino como instrumentos para la defensa.

Y para reforzar esta posición se aludía programa socialista al respecto, en el que se hablaba de la abolición de los ejércitos profesionales y su sustitución por un ejército popular, es decir, por la necesidad de que se instruyese militarmente al pueblo para que pudiera defenderse. Se pretendía un tipo de ejército como en Suiza, y se aludía a lo que Jaurès había propuesto en Francia.

Hemos consultado el número 1562 de El Socialista, de 2 de septiembre de 1913.

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