Los socialistas españoles y la defensa del internacionalismo (1887)
Es evidente que en la década de los ochenta del siglo XIX la AIT estaba muerta. Pero los socialistas seguían creyendo en el espíritu internacionalista, aunque, como bien sabemos, con algunas diferencias claras en relación con lo que se había puesto en marcha en Londres. Pues bien, en este artículo recordaremos cómo el PSOE defendía ese espíritu en 1887, dos años después de que se fundase la Segunda Internacional en París, a la que el partido español se incorporaría desde el inicio.
Efectivamente, en abril de 1887 en el contexto del debate parlamentario en el Senado del proyecto de ley liberal de Asociaciones, El Socialista sacó un artículo con el título de “La Internacional existe” (nº59) en respuesta a lo que se había debatido sobre el internacionalismo en la Cámara Alta.
Al parecer, tanto senadores conservadores –marqués de Trives, Vida y Fabié- como fusionistas (liberales) –Aldecoa, y Letamendi- habían expresado en la Cámara Alta lo que los socialistas consideraban “sandeces y disparates”. Pero quien se había significado en esto había sido el ministro de Gobernación, a la sazón Fernando León y Castillo, que habría asegurado que el socialismo ya no era internacional. El periódico obrero quería dejar clara, especialmente, la supuesta falacia de esta afirmación.
Los partidos socialistas defenderían la emancipación de la clase obrera, pero era imposible conseguirla de forma local o nacional; solamente podía ser obra de un movimiento internacional.
Para los partidos socialistas u obreros no existían las fronteras. Sus enemigos eran la clase patronal y los gobiernos que la representaban. Los hermanos o amigos de dichos partidos eran, en cambio, los trabajadores.
En la lucha emancipadora económica y política los trabajadores de los distintos países debían auxiliarse. Y en el artículo se ponía como ejemplo la reciente huelga francesa de Decazeville y las elecciones alemanas. Para los socialistas la Comuna, en lo que tuvo de victoria, lo había sido de la clase trabajadora de todos los pueblos, y en lo que tuvo de derrota, también lo había sido de todos.
Los partidos socialistas aspiraban a la conquista del poder político, que no podía ser de forma parcial, sino general. No podía alcanzarse ese poder en unos países y no en otros.
En conclusión, el espíritu internacionalista seguía vivo entre los partidos socialistas, dirigiéndose directamente en el texto al ministro León y Castillo.