Reflexiones sobre la crisis del socialismo a través de Isaac Abeytúa
No es la primera vez que se plantea la cuestión de la crisis del socialismo en Europa. Hoy estamos debatiendo qué ha pasado con el socialismo francés, pero también estamos analizando si la socialdemocracia tiene que hacer un profundo ejercicio de debate interno para presentar programas atractivos en un mundo tan cambiante como el actual donde el auge de la extrema derecha, del populismo y de los sentimientos nacionalistas están provocando desconciertos en sus filas. ¿Sabe la izquierda democrática interpretar ahora mismo estos desafíos? No pretendemos, por supuesto, aportar pensamiento en estas líneas, sino seguir con nuestro recurso a los materiales de la historia para ver cómo en otros momentos se han planteado algunos análisis. No se trata de aplicarlos a la realidad actual de forma automática o como receta, porque, aunque haya aspectos comunes sobre la fuerza de la extrema derecha, la actual es, en muchos aspectos, distinta en contenidos y formas a la que asoló Europa en los treinta, llevándola al desastre de la guerra. Siempre modestos, dejamos materiales que ayuden en las reflexiones, nada más. No somos teóricos, simplemente, intentamos hacer un poco de historia útil.
Debemos recordar, antes de comenzar, que Isaac Abeytúa (1892-1973) fue un periodista riojano, aunque también vinculado a Euskadi, ya que llegó a dirigir La Voz de Guipúzcoa en 1924 y El Liberal de Bilbao, posteriormente. Fue diputado en las Constituyentes por Logroño en las candidaturas de la Conjunción Republicano-Socialista. Terminaría en el Partido Republicano Radical-Socialista, y ejerció la diplomacia. En la Guerra Civil dirigió Política, el órgano de Izquierda Republicana, y luego se exilió en México donde ejerció el periodismo en la especialidad de política internacional. En el número extraordinario del primero de mayo de 1932 de El Socialista reflexionó sobre el supuesto fracaso del socialismo. Esa es nuestra fuente para este ejercicio de opinión.
Nuestro periodista afirmaba que circulaba un tópico alusivo a la decadencia del socialismo, sobre que había sido batido en Inglaterra, que era impotente en Alemania, desahuciado en Italia o desbordado en España. Ese era un presente que presagiaba un inmediato porvenir catastrófico. Ese supuesto tópico, por lo que sabemos después de lo que pasó en los años treinta, no iba del todo desencaminado; otra cuestión es el resurgir del socialismo al terminar la Segunda Guerra Mundial, o, en realidad, en la propia contienda, como en el caso británico, precisamente, ya que su labor en el gobierno fue clave para la victoria, y para luego poner en marcha el estado del bienestar.
Abeytúa hacia su propio análisis, admitiendo que la derrota del laborismo era innegable, pero también afirmaba que había derrotas que con apariencia de descalabros eran gérmenes de triunfos decisivos. Para los partidarios de idearios firmes y de meta lejana un episodio electoral, aunque fuera muy adverso, no desmoralizaba, sino que fortalecía. Lo que había que hacer era un ejercicio de análisis de las causas de la derrota, y en su artículo hizo el correspondiente examen de las razones que, en su opinión, habían llevado a la derrota laborista, y que se basaba en el coche con los poderes tradicionales británicos que, al margen de los mecanismos constitucionales dominaban la política. Si los laboristas hubieran persistido en este esfuerzo inoperante hubieran sido acusados de haber claudicado, pero se habían retirado. Es curioso, pero esto podría ser aplicado por algunos a la última etapa de Zapatero con las imposiciones europeas, aunque otros podrían aludir que haberse retirado antes de aceptar eso hubiera sido peor. En todo caso, nada como recurrir a la historia para encontrar materiales, de nuevo, tan sugerentes, y para pensar.
¿Y el caso alemán?, ¿era impotente? Para el periodista riojano no porque había impedido la restauración de un “imperialismo demagógico”. Abeytúa se refería al sostenimiento de la República de Weimar sin duda, pero, no olvidemos que pasó unos seis meses después, cuando Hitler entró en la Cancillería. ¿No fue impotente el SPD?, otra observación para el análisis. ¿Hoy el socialismo europeo podrá frenar la fuerza populista de la nueva extrema derecha? Como es habitual, más preguntas que respuestas.
Para nuestro escritor el socialismo no había fracasado en Europa. No era fracasar ser temporalmente vencido por la fuerza de un sistema que solamente, en su opinión, se apoyaba en la fuerza, “corruptora o brutal”. No era fracasar, sino persistir para al fin vencer.
¿Y en España?, ¿cuál habría sido el fracaso del socialismo? Había conseguido el derrumbe de una “monarquía abyecta”, y había dado al pueblo una Constitución que no era socialista porque hubiera sido impracticable, pero sí flexible y que permitiría en su día avances sociales que otras Repúblicas no podrían cumplir sin una reforma de sus textos constitucionales. Se preguntaba si era un fracaso encauzar la lucha de clases, alejando la violencia. Los enemigos del socialismo español no eran los comunistas sino los propios de la República, afirmando que se concentraban en el anarquismo, que representaba un “atavismo incomprensible”. Este último aspecto nos interesa menos desde el punto de vista de la sección en la que nos encontramos, que no es la histórica. Nos interesa más la parte inicial del análisis del socialismo español, ¿no nos recuerda a los ejercicios realizados por el PSOE desde que existe la democracia, salvando distancias y contextos?, ¿ha fracasado el socialismo en sus objetivos o no?, y lo que es más importante ahora, ¿está fracasando o no es así en el presente y de cara al futuro?
Seguiremos con nuestras reflexiones históricas.