Sin tapujos, pero siempre estuvo ahí
Llevamos ya un tiempo en el que es raro el día que no escuchamos o vemos en los medios y las redes declaraciones y propuestas de la extrema derecha sin tapujo alguno, algo a lo que no ya no estábamos acostumbrados, y que los más jóvenes no conocían. Hay tantos ejemplos que aburriría repetirlos, y en todos los ámbitos y cuestiones políticas y sociales. Los ciudadanos progresistas nos llevamos las manos a la cabeza, nos escandalizamos, comentamos, contestamos, protestamos, hasta nos manifestamos, profundamente alarmados porque creíamos que todo eso había muerto o solamente languidecía en cavernas profundas. Pero, ¿todas esas ideas y planteamientos son nuevos o siempre han estado ahí? En cierta medida, sí hay novedades en este asalto mediático y político de la extrema derecha, y gracias a la influencia que nos llega de Estados Unidos y de algunas partes de Europa. El vestuario, las formas y el discurso son más modernos. Se abandona la apariencia externa de aquellas camisas azules, negras o pardas, tan impactante, por trajes bien cortados y con corbatas a juego, con mayor presencia femenina que en el pasado, manipulando una especie de fundamentalismo constitucional, y empleando las redes con mucha astucia a través de lanzamientos de mensajes cortos de medias verdades, mentiras disfrazadas, demagogia, y populismo, además de reconvertir los viejos “chivos expiatorios” por otros nuevos, especialmente los inmigrantes.
Pero detrás de las novedades descritas subyacen ideas y planteamientos que retoman nuestro pasado más gris, cuando no realmente negro, con planteamientos de vida y talantes autoritarios, ideas y valores realmente preconstitucionales, entrando en clara contradicción con el aludido fundamentalismo constitucional, faltos de empatía, ajenos a la solidaridad, profundamente misóginos atacando el feminismo, precisamente por su empeño por la igualdad, intensamente homófobos, intentando imponer modelos familiares y de vida sobre la diversidad real, etc.. Todo eso ha estado siempre ahí, camuflado bajo el paraguas de nuestra derecha por dos razones. En primer lugar, porque siempre ha existido una derecha o centro-derecha razonable, liberal y proclive a aceptar determinados cambios, pero también porque nuestro país había realizado un enorme esfuerzo por modernizarse y aceptar los principios de la civilización, e insisto en eso de la civilización, propios de la Europa occidental, arrinconando discursos y formas franquistas en los sótanos.
Todo eso ha saltado por los aires con la crisis general de todos los ámbitos, y con la irrupción de los populismos extremistas en medio mundo. Ya no es una rareza que en un medio se defiendan las cosas que estamos oyendo y viendo. Además, esa derecha civilizada ha sido laminada en la última renovación del Partido Popular. Sus representantes se están encaminando hacia sus vidas privadas y profesionales frente a un renovado aznarismo pero que, sobre todo, viene sazonado con un discurso que pretende incorporar parte del programa extremista para no ver erosionado su poder por su derecha, contaminando el debate. Curiosamente, la tercera derecha, aquella de la esperanza liberal del capitalismo español y mundial, vive en un festival de intensa frivolidad donde el discurso cambia y se recambia sin rubor, aunque encaminado hacia la defensa de un fundamentalismo nacionalista que impediría, al parecer, buscar acuerdos con la izquierda pragmática. Ese maremágnum de nuestras derechas, y esas novedades de fuera son las que permiten desayunarnos con barbaries de todo tipo. Nos espera un abril tremendo.